Los calcetines estresados
Cada vez que veo una caja pequeña curiosa esperando a que la recojan en la calle pienso en que utilidad puede tener dentro de mi desorden controlado. Hace un par de años comencé a leer artículos sobre la gurú del orden Marie Kondo que estaba desbancando en librerías con un libro nuevo en el que ella, una chica nipona explicaba cómo mantener en orden tu casa, tu armario y tu vida en general.
Creo que todas hemos soñado con tener un vestidor que haga las delicias de perchas y zapatos alineados en exposición pero las que intentamos tener disciplina entre los jerseys dentro de un armario no tan grande como quisiéramos, nos tenemos que conformar con algún truco que otro para poder abrirlo y cerrarlo mejor, ver colores salteados y mogollones de ropa como un jueves cualquiera por la mañana en la Magdalena para volver a preguntarnos como cada mañana la dichosa frase de “ que me pongo hoy”, de modo que adapté su modo de ordenación a mis necesidades. Lo primero que hice fue donar todo lo que no me hacía feliz, ropa que me recordaba momentos no tan felices de mi vida, tacones que ni sueño volver a calzarme y demás utensilios caseros, complementos y chorradas que me hacían penar en cada traslado de vivienda que he tenido, pensando en que guardo todo y que soy muy cuidadosa, que tengo ropa desde que tenía 15 años y que Diógenes a mi lado, era minimalista.
Después de jurarme a mi misma que no volvía a hacer una mudanza de tal consideración que en la que me encontré ahogada de cajas nombrando a Tomás, he optado por conservar sólo lo que me trae bienestar y buenos recuerdos, aunque mi ropa no esté doblada en tantas partes como para que se sujete en un pliegue de la misma, puedo distinguirla a vista de pájaro en los cajones, Igual que cuando miro en el mostrador de los helados cual voy a escoger. Tanto camisas como latas de conserva.
Al principio me daba reparo desprenderme de tanto, pero cuando fui notando la liberación material que sentía, cada vez me cuesta menos trabajo hacerlo. La chica de la sonrisa eterna recomienda desde su piso vacío y con la mínima decoración que no guardemos en bolsas de plástico, que parece que castigamos a lo que hay dentro como si fuera basura y que aunque ella diga que los calcetines se deben guardar dobladitos con primor, yo sigo alguna vez que otra haciéndolo en pelotas, pese a su comentario, de que de esta forma se estresan.
No he leído su famoso libro, ni he dado gracias del todo uno a uno a los objetos que han partido para no volver pero reconozco que la tranquilidad que me ha dado adaptar su método, no sólo con la ropa sino también con las personas que me rodean, ha sido muy efectiva. Cantidad, no es calidad sin duda alguna.
Así que al fin y al cabo, me he quedado con la mitad de lo que tenía y calcetines estresados, (que a mí me hacen sentirme tan a gusto aunque vea tobillos valientes al desnudo a diario por la calle) pero todo lo que tengo me trae buenos momentos a la mente, que es parte de lo que celebro a diario, por poder seguir disfrutándolo.
Si vais a “Marikondear “como yo, sacad los trajes de flamenca para que los volantes vayan cogiendo vuelo, no sea que luego les dé vergüenza y no quieran bailar, del estrés.