Problemas sin resolver sobre el tren-tranvía de la bahía de Cádiz a su paso por San Fernando.

Resulta complicado echar la vista atrás y comprender cómo la volatilidad es una característica directa del tiempo, algo que todos sabemos y en lo que estamos de acuerdo: siempre nos falta tiempo. Sin embargo, en el caso del tren-tranvía, lo que ha habido es demasiado tiempo y mal gestionado.

El primer corte en la calle Real de nuestra ciudad llegó en septiembre de 2008. Nada de qué preocuparse, para algunos solamente son 10 años, para otros es toda su vida (y sino que le pregunten qué calle han conocido quienes este año han hecho su primera Comunión: ‘obras y boquetes’). Los motivos de elegir la calle Real eran claros, al menos para el extinto Partido Andalucista: generar un flujo de atracción en un centro histórico que pedía renovarse. Quizás hubiera sido interesante pensar si, en plena crisis financiera global, era lógico imponer una obra de peatonalización y renovación de la arteria más dinámica comercial de San Fernando -más de 2 kilómetros de calle- lo que supondría una afección directa a los comercios del entorno.

A nivel territorial, se definía el proyecto del tren-tranvía como la infraestructura más importante de nuestro entorno. No era sólo un tranvía, sino que también era un tren, lo que ya generaba no pocos quebraderos de cabeza que, desde su origen, ya auspiciaban un alargamiento de los plazos. Una oportunidad sí que era, al menos sobre papel. A nivel de ejecución, la cosa cambia y mucho. Elegir la calle Real como paso del tranvía ha sido primero un error, y luego un problema. Todo tiene una medida, todo funciona con un espacio. ¿De verdad existía distancia lógica para introducir el tranvía en la calle Real? Harían falta 32 metros si incluimos el carril bici, y la calle Real cuenta con 20 metros de ancho de media. Las cuentas no salían.

En la actualidad, tenemos una calle peatonalizada con grandes deficiencias constructivas y de equipamiento. Hay que añadir la cantidad de catenarias que inundan todo el centro. Ver ese paisaje urbano es tremendamente desalentador, pero aún es peor cuando descubres que incumple el propio Plan Especial de Protección del Casco Histórico de San Fernando, aprobado en 2008.

Centrándonos en los perjuicios derivados de su inserción, ¿Por qué no se ha señalizado el carril bici? Si no se ha señalizado es porque no hay espacio para situar un carril con el que los políticos isleños se han llenado la boca de palabras como sostenibilidad, o impulso a nuevas formas de movilidad.

Es (y será) la ley del más fuerte.
Otro problema directo derivado de la falta de espacio es para los peatones. En un momento actual en el que se reivindica el espacio público como el espacio colectivo de la ciudadanía, aquí, en San Fernando, la movilidad urbana vive en la extrema anarquía. Llegan los patinetes y bicis eléctricas, más la coexistencia con bicicletas, taxis o motos. Pero, ¿y los ciudadanos?; ¿y la vida del comercio? Luego dirán que nunca hay gente ni actividad en la calle Real, aunque más bien los han echado. Cabe sumar algo más a este desastroso cóctel céntrico que tenemos: los colegios. Nuestros niños se van a ver afectados por lo que hacen (y deben hacer): correr, jugar y divertirse en un espacio que es un peligro.

Parece que el horizonte clarea luminosidad. El funcionamiento del tren-tranvía debe de comenzar antes del 31 de marzo de 2019, pero, ¿otra verdad escondida? Para su recorrido era obligatorio la construcción de la subestación de Janer, un hecho que no estará antes de verano de 2019. Da lo mismo, mientras tanto, acallan a las multitudes que ven en sus pruebas dinámicas el futuro medio de transporte de nuestra provincia (al menos los años en que funcione).

Alberto Jiménez Moreno
-Arquitecto urbanista-