Sic transit gloria mundi
La reciente desaparición de la cuadrilla de cargadores de la antigua Mater Amabilis o Servitas ha pasado totalmente desapercibida, sin pena ni gloria, en absoluta soledad, medio tapada entre otras muchas informaciones cofrades del momento. Injusticia cierta si nos remontamos cuarenta y cinco años atrás y recordamos como eran aquellos momento en el panorama existente de la actividad de la carga y reconoceríamos el valor que el acto del nacimiento revolucionario de la primera cuadrilla de hermanos tuvo para lo que se avecinaría posteriormente: la desaparición de las cuadrillas de cargadores tradicionales y el auge imparable de la carga altruista. Terremoto de consecuencias incalculable.
Por ello, quizás sea necesario valorar su aportación sociológica, en el aspecto crucial de romper un tabú mantenido a lo largo de los tiempos tal como era la creencia de la imposibilidad de concebir la carga de los pasos sin contar con cargadores asalariados. Impedimento mental roto por la primera salida de la hermandad en el año 1973 gracias a un grupo de hermanos, chavalería ilusionada bajo los palos que, quizás jugando a cargadores y sin darse cuenta de su transcendencia, instituyeron un concepto que hoy en día consideramos de lo más normal: cargar sin cobrar, sin recibir nada a cambio. Aunque quizás deberíamos decir que no es del todo cierto, que el cargador como contrapartida percibe una importante prebenda, la satisfacción de llevar a los titulares de la hermandad sobre su cuello.
La primera piedra del edificio se puso aquel Miércoles Santo de 1973 y sobre ella, con posterioridad, edificarían el espléndido edificio que hoy contemplamos tanto las asociaciones de cargadores como las cuadrillas de hermanos, una de las cuales, la del Nazareno, tomará el relevo en la Semana Santa de 2018 a la cuadrilla primigenia.
No pretendo entrar en las causas de tal desaparición, no intento buscar culpas que quizás no las haya, sino simplemente recordar a todos aquellos cargadores que pasaron bajo sus palos ofreciendo su generosidad y trabajo a la Hermandad, a aquellos capataces que confeccionaron sus listas y cuadrantes con ilusión. Cuarenta y cinco años, casi medio siglo de vida de esfuerzos y sacrificios merecían un mejor final pero así es la realidad de la vida. Del éxito de nacer revolucionariamente a morir desapareciendo en soledad absoluta. Por ello, el epitafio que mejor puede ilustrar esta dolorosa desaparición se resumiría en cuatro palabras: Sic transit gloria mundi, así pasa la gloria del mundo.