Un libro sobre nuestro estilo de carga
El Castillo de San Romualdo fue el escenario elegido para presentar el pasado 1 de diciembre el libro “Tratado sobre estilo isleño de carga”. Lugar con Historia, la historia con mayúscula atesorada entre sus muros durante siglos, pero también con su intrahistoria, con minúscula, doméstica y popular: la de aquellos hombres humildes que a inicios del siglo pasado se reunían en su parte delantera, denominada Plaza del Bacalao. Eran las “gentes del trajín y los alijos”, un gremio que en busca del sustento diario se dedicaba en la Isla al movimiento de mercancías, bultos y cargas pesadas. Pacientemente esperaban ser escogidos por el capataz para realizar las faenas que surgieran, dependiendo su jornal de las mudanzas, de los trenes con suministros que llegaran a la estación, de los barcos a alijar o de aquellos servicios de carga y transporte que se hubieran apalabrado. Estos hombres, junto al gremio de los salineros de las gentes de las cargadas, formaron parte crucial de las cuadrillas de cargadores de la primera mitad del siglo pasado, bajo el mando de los legendarios capataces José Marín Huerta y José Tinoco Mera. Hombres que de la mañana a la tarde, en días de Semana Santa, trocaban la mudanza o la faena salinera por la brega cargadora.
Y sorprende cómo un simple trabajo de fuerza y asalariado se ha convertido con el paso del tiempo en un notable fenómeno de nuestra sociedad actual por el elevado número de personas que se afanan bajo los palos. Un hecho que podemos catalogar como una afición, una tradición o una devoción, que cada cual elija a su gusto, y que permite que todas las primaveras, las imágenes de los cristos y vírgenes de los templos de la ciudad, los pasos procesionales que representan la pasión y muerte de Cristo, abandonen por unas horas sus sedes parroquiales y portados con el esfuerzo de los cargadores sean admirados por el pueblo.
En el libro explico cuál es nuestro estilo, y he intentado reflejarlo de una forma completa y ordenada a lo largo de veintitrés capítulos, tocando de forma directa todos los aspectos que conforman sus orígenes, historia y características. El objetivo que me propuse fue llenar un vacío existente y que cualquier capataz, cargador, cofrade o cañaílla amante de la Semana Santa tuviera una referencia veraz y clara de cómo son llevados los pasos con arreglo a la tradición, facilitando, al mismo tiempo, la difusión y salvaguarda de un patrimonio inmaterial de la ciudad de San Fernando. Ahora son ustedes, si les apetece leer el libro, los que tienen que juzgar si el trabajo ha valido la pena.
Es nuestro estilo porque se remonta a los mandaderos y servidores que llevaban aquellos pequeños pasos en los siglos XVII y XVIII. Es nuestra carga porque la moldearon los hombres dedicados al trajín de mercancías y las gentes de las cargas, que con el sudor y la sal pegada a la piel venían de los tajos salineros a meterse bajo los pasos. Nuestros eran los cargadores profesionales de Nicolás Carrillo, de Perico Sánchez y de Paco Tinoco que desde las factorías navales dejaban por unas horas la chapa y la soldadura para sacar los pasos de los templos. Y los niños de Mater Amabilis que con más corazón que oficio crearon la primera cuadrilla de hermanos altruistas. Al igual que los estudiantes de la Asociación JCC que portando el Cristo de la Expiración en 1978 revolucionaron el concepto de carga conocido hasta entonces. Y los hermanos cargadores de la Borriquita y del Nazareno que pusieron los fundamentos para las cuadrillas que vendrían detrás. Es nuestro estilo de carga el que desarrollan actualmente los hombres y mujeres que han tomado el relevo a la historia, honrando a sus antecesores en aquellos mismos palos y con las mismas almohadas. Es nuestro estilo porque así lo hemos querido los cañaíllas, y lo mantenemos Cuaresma tras Cuaresma sin aspavientos, solo con el ejemplo, solo con la palabra, solo con el sudor derramado por los cargadores a lo largo y ancho de todas las calles y plazas de La Isla.