Empezar algo siempre cuesta
Sin embargo parar resulta más difícil todavía. Con este título me refiero a la sucesión de artículos que he venido publicando sobre cada una de nuestras queridas hermandades y cofradías, que han ocupado algo más de un año a excepción de los meses de julio y agosto y las dos o tres semanas de las últimas navidades.
Pero por fin con el artículo del domingo pasado he dado cumplida información al objetivo que me propuse de glosar de modo coloquial y narrar bajo mi particular punto de vista las anécdotas, efemérides, semblanzas y entresijos de nuestras corporaciones nazarenas, siempre contemplado desde la experiencia de mis vivencias personales en torno a las veintidós hermandades, que componen la nómina de nuestras hermandades y cofradías de penitencia.
Y por curiosidad he contabilizado no sólo el tiempo ya reseñado en el párrafo anterior, sino que con matemática regularidad he averiguado también lo que he escrito y desarrollado independiente de su contenido, que en resumen ha significado los siguientes datos contrastados: cuarenta y siete artículos, algunos referidos a hermandades qué por sus peculiaridades y otras características, han ocupado más de un artículo, tres mil doscientos noventa renglones y sesenta y cinco mil ochocientas palabras, que así dicho y escrito, quedan en simples datos -pero para el que suscribe- ha supuesto además de un auténtico sacrificio, el agobio y la responsabilidad de llegar hasta el final, por eso la frase del título incide de lleno en un tópico, que nos advierte aquello, de que cuando se empieza algo a veces ‘parar’ resulta harto difícil.
Solamente queda -eso sí- la satisfacción del deber cumplido y también la incertidumbre del grado de aceptación que haya podido atraer al lector que pacientemente ha sido capaz de mantener la atención, siguiendo la lectura de los mismos hasta el final, aunque no fuera por la mayor o menos elocuencia precisamente de lo descrito, sino por la simple curiosidad. No obstante he procurado hacerlo lo mejor que he podido, según mi leal y saber entender.
Entre tantas palabras, frases, datos, citas, fechas, etcéteras, tengo al menos la sensación y la satisfacción de haber cumplido -constante y regularmente- con el objetivo impuesto, salvo ligeras discrepancias referidas sólo a tres de nuestras hermandades por motivos de fechas o nombres, que por otra parte no ha alterado ni restado credibilidad alguna a lo relatado.
Por eso desde estas líneas quiero agradecer públicamente a todos aquellos cofrades, amigos y lectores en general que hayan prestado su atención a esta serie de artículos, porque puedo suponer que han tenido más paciencia que yo mismo por llegar hasta el final.
A partir de ahora, mi propósito es continuar bajo este mismo epígrafe de ‘Mundo Cofrade’ que bien no sólo manifiesta cuales son mis raíces, sino de donde procedo y que con la ayuda -de nuestro hermano mayor de la hermandad del cielo- seguiré escribiendo en este medio de forma continuada o esporádica de ese apasionante mundo cofrade, al que amo desde niño y por el que me intereso permanentemente, bien ocupándome del devenir futuro de nuestras queridas hermandades en particular o bien a través de artículos de opinión, referidos también a este singular mundo, al que le profeso devoción, respeto, cariño y filial admiración.