El nacimiento de un mito
Y el duende bajó a la calle del Carmen e impregnó con su magia todos los rincones de aquella estancia, donde Juana Cruz, aquella gitana canastera de La Isla, estaba dando a luz al pequeño José. Y el niño rubio creció a la lumbre de la fragua y de los cantes del yunque y del martillo. Se impregnó de la esencia de la Callejuelas, de ese barrio marinero, salinero, humilde como el que más. De la gracia de sus güichis, del de Pelorubio, de Gabino, de Perico Coello, de Paquito “El Infantil”.....de la medias botellas de Reguera, de Arroyuelo; o de los anafes con caballas en las puertas de las casas. Allí se crió Camarón, comiendo pescao de los esteros y caballas de Paquiqui, oliendo las marismas de La Isla y escuchando la esencia de los cantes.
Porque José inundó sus melismas con los cantes con los que se cruzó, primero sus padres, Juana y Luis, después sus familiares, después La Perla, Chaqueta, Pericón, Aurelio Sellez, El Beni, Juan Vargas, Santiago Donday, El Chato, Alvarito, Manolo Caracol. Y después todos, todos, siguieron copando sus sentíos musicales. José nunca se cansaba de aprender, nunca se hartaba de robar interpretaciones, quejíos, palos. Posteriormente los manufacturaba y les daba su cosa. José era único.
Camarón revolucionó el flamenco. Ese flamenco arcaico de minorías. El de cuartito, el íntimo...el que nos sigue gustando a los flamencos. Pero está claro que José, su claridad vocal, estaba destinado a lo máximo. Y su estilo, su cante y los productores posteriores por los que se dejó llevar, crearon un Che Guevara de lo jondo, un revolucionario con millones de guerrilleros dispuestos a llevar el flamenco donde no había llegado nunca. Esa es la revolución que supuso el flamenco, que por ejemplo un Notario de Madrid saliera de trabajar, se subiera a su auto y pusiera la Leyenda del Tiempo y fuera tarareándola por toda la Gran Vía o por la calle de Alcalá. Esa es la revolución, que aún a día de hoy, el flamenco siga llegando a miles de hogares de toda España y el mundo.
Camarón nació en la cuna del flamenco. El nacimiento del mayor exponente histórico del mundo del flamenco, que naciera aquí en La Isla no es casual. La localización Cádiz y los Puertos que abarca la capital La Isla, Chiclana, Puerto Real, El Puerto y parte de Sanlúcar.... nos centran como lugar eminentemente flamenco. No en vano siempre se habló como el triangulo que forman Cádiz, Jerez y Triana como lugar de su nacimiento... y ahí La Isla cumple con rigor geográfico.
Además La Isla siempre fue encrucijada de muchas culturas. Por un lugar como la antesala de todo lo que se movía en la capital, en su puerto. También Como receptora de mano de obra, gracias a los sitios militares. Albañiles, herreros, carpinteros, pintores en sus ratos de ocio compartían cantes, toques de guitarra, bailes, anécdotas. Y entre ellos se comunicaban el flamenco.
No en vano en La Isla siempre se ha hablado de flamenco. La Lola verdad o ficción, se cuenta que era de La Isla. Por eso no es casual que Camarón naciera aquí.
Un niño que entusiasmo desde pequeño con su cante. Un niño que hería los sentíos y convertía su humildad en un grito medido y salvaje. No había venido a ser uno más, venía a dejar una honda huella en el flamenco, como lo hizo a posteriori.
Destacar de él su sencillez, su simplicidad, pero con un carácter y una personalidad muy acentuada. Con una expresividad en el flamenco fuera de todo lo que se conocía hasta el momento. Hasta el nacimiento de José todo había sido flamencos semidioses, poseídos, a los que había que mirar desde abajo y que se regodeaban en su pedestal. Casi todos vivían esa realidad. José no, su sencillez rozaba lo insensato y su grandeza le parecía ridícula. No en vano, cuando los gitanos de su raza le pedían que tocase sus hijos o le pedían una curación, Camarón se horrorizaba y no comprendía esta forma de actuar de la gente. Quizás Morente compartía sencillez con Camarón, eran muy similares en su comportamiento.
Sirvan estas palabras para rendir este homenaje a José Monge Cruz y a la huella que ha dejado en el flamenco.
Sirvan estas palabras de los fragüeros para conmemorar el vigésimo cuarto aniversario de su fallecimiento. Y valgan estas palabras para seguir reivindicando nuestro flamenco, nuestro Camarón y su grandeza.