Publicado el: Lun, 20 Jun, 2016
Nuestro Patrimonio

El hombre que se enamoró de las salinas isleñas

Rafa Olvera frente al fruto de su trabajo.

Rafa Olvera frente al fruto de su trabajo.

Rafa Olvera es el autor de un plano con los elementos más ancestrales de la Bahía.

10 años para configurar un mural. 25 para planearlo. Así se resumiría la labor de Rafa Olvera -administrador del conocido grupo de Facebook Fotos de la Real Isla de León- de no ser por el mimo con el que ha tratado cada salina, caño y batería reflejada fielmente en este documento gráfico. El mismo que captó todas las atenciones durante la exposición comisariada por Pablo Quijano bajo el título La Isla: Miradas para no olvidar.

Y es que fue hace un cuarto de siglo cuando copió, mientras trabajaba en la de San Juan -Cupimar, la piscifactoría- un plano que allí existía con las salinas de toda la Bahía de Cádiz. Una obra rústica, claro, como lo fue el boceto que se llevó a casa y permaneció guardado durante más de 15 años.

Pero en 2006 lo rescató. Aprovechó las nuevas tecnologías para digitalizarlo tomando como base fotogramas del vuelo efectuado por los americanos en 1956 que se conservan en el Centro Geográfico Nacional. Aunque esta operación se había llevado a cabo diez años antes -y volvería repetirse en el 66- optó la de esta fecha porque "sus imágenes son las de mayor calidad y reflejan todas las salinas aun en funcionamiento", explica.

Entonces comenzó a completarlo con datos. Caños, accidentes geográficos... por supuesto las salinas, documentadas a partir de archivos y fondos bibliográficos. El resultado, un mural que abarca toda la Bahía y donde se incluye una leyenda que, además de los elementos citados, también contempla los molinos de marea e incluso las baterías que jugaron una función defensiva durante el Asedio Francés: propias, aliadas y enemigas.

Declara que "lo más complicado fue delimitar perfectamente cada salina, para lo que me apoyé en tanto en referencias catastrales como en fuentes autonómicas sobre parcelas rurales". Esto, sin embargo, no redujo la precisión del resultado, ya que cuando una vez terminado lo cotejó con maestros salineros de los de toda la vida "no rectificaron prácticamente nada, todo estaba perfectamente comprobado".

Fue el último paso antes de presentar su obra en la citada exposición. O mejor dicho el penúltimo, ya que el último, espera, sea "un Museo de la Sal al que lo cederé, un museo que es imperdonable que aun no exista en una ciudad como esta".

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