Publicado el: Dom, 8 May, 2016
Nuestro Patrimonio

El Marqués de Ureña vuelve al Zaporito de la mano de la investigadora María Elena Martínez

La Dra., durante la conferencia.

La Dra., durante la conferencia.

La autora del libro El Zaporito, su nombre, su origen y su historia impartió ayer en el molino una conferencia sobre las circunstancias que rodeaban a este enclave histórico en la época del primer consistorio isleño.

Es decir, en torno a 1766. Un momento en que este rincón isleño ya había pasado por las manos de su fundador, Juan Domingo Saporito, hasta 1717 -el mismo que construyó el caño y el muelle- y de José Micón, quien durante las siguientes dos décadas tuvo la visión de construir el molino y la suerte de vivir en primera persona cómo el hasta entonces señorío de la Isla de León se transformaba en Villa de Realengo. Es a partir de este punto cuando entra en escena una saga nobiliaria que será determinante en el devenir del Zaporito hasta bien entrado el siglo XX pero imprescindible, sobre todo, en la época en que se constituyó el primer ayuntamiento.

Se trata de los Marqueses de Ureña. El segundo de ellos, de hecho, contrajo matrimonio con la nieta -y heredera universal- de José Micón, fallecido en 1737. Fruto de dicha unión nació quien, en el sentir de la Dra., "podemos considerar un verdadero ilustrado de su época" debido a su "desmesurado interés por la cultura y la erudición, así como una gran capacidad y afición por aprender". Se trata de Gaspar de Molina y Zaldívar, III Marqués de Ureña y IV Conde de Saucedilla -siendo este, por cierto, el primer título nobiliario en entrar en la historia del Zaporito con la generación anterior, apunta Martínez-.

La historiadora y escritora Carmen Orcero se encargó de presentar a la conferenciante.

La historiadora y escritora Carmen Orcero se encargó de presentar a la ponente.

"Gaspar era capaz de aplicar el pensamiento ilustrado a áreas de carácter científico como la ingeniería o la arquitectura -concretó- aunque también plasmó ese valor intelectual en las artes plásticas, como la pintura o la artesanía". La investigadora recalcó asimismo la gran "sensibilidad" que desprenden sus propias palabras, su dominio de los idiomas y su afición por la música, componiendo y tocando con virtuosismo gran variedad de instrumentos. También se dedicó a la escritura. Si bien "se conservan más manuscritos que obras publicadas", puso varios ejemplos entre los que llamó la atención El imperio del piojo recuperado, una parodia del clásico La Ilíada de Homero.

Nuevos documentos

El molino se llenó para la lección de Historia.

Un molino repleto para una lección de Historia.

Además del enfoque, centrado en un momento histórico concreto y la figura que mejor lo representa, no faltaron datos que María Elena está estudiando de cara a la segunda edición de El Zaporito, su nombre, su origen y su historia. Es el caso de los aportados por un contrato de subarriendo fechado en 1767, ya que "en aquel entonces era costumbre que el Marqués viviese de las rentas". También, el último testamento de Gaspar: "exquisito documento donde se refleja la reunificación en su persona de toda la propiedad de las 'Tres Cruces' -a la que pertenecían el caño y el molino- repartida entre él y sus hermanas a la muerte de sus padres".

Incluyó además la partida de defunción del Marqués, localizada por Miguel Ángel López Moreno entre la documentación sobre la que se basa su último trabajo, Un camposanto sin epitafios, e incluso se atrevió a compartir la teoría de que la imagen que ocupó la hornacina de la fachada del molino, "no puede ser otra que San Rafael, ya que era una especie de patrono para esta Casa y el nombre por el que se conoció al edificio durante años".

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