El cuadro de 'El Voto', una joya del siglo XVIII
Hoy, día 1 de Mayo, celebramos la festividad de San José Obrero. En nuestra ciudad tenemos por tradición, entre otros actos, sacar al santo en procesión. En esta ocasión coincide que el primer domingo de mayo es, además, el Día de la Madre, por lo que aprovecho para felicitarlas a todas.
El pasado 19 de marzo -San José Artesano- fue también una fecha señalada en el calendario por doble motivo: en primer lugar, como Día del Padre y, en segundo por celebrarse la proclamación de la primera Constitución Española -conocida popularmente, pese a ser un punto controvertido, como la 'PEPA'-.
Pero no es ninguno de estos el motivo que me impulsa a escribir el presente artículo, sino la referida figura de San José que ambas festividades tienen en común.
En esta ciudad existe mucho arraigo al santo, ya que desde el siglo XIX es nuestro patrón. Repasaremos la historia de cómo llegó a convertirse en patrono de la Villa de la Real Isla de León -actual San Fernando- deteniéndonos, sobre todo, en una magnífica pintura que permanece oculta en un habitáculo: el despacho noble de Alcaldía del Museo Histórico Municipal.
La obra a la que hago referencia es 'El Voto a San José' de Francisco Javier Riedmayer. Este cuadro estaba situado en el salón de plenos del Ayuntamiento pero a día de hoy se encuentra en un lugar inaccesible para la mayor parte de la ciudadanía. Fue encargado a dicho pintor alemán para conmemorar el acontecimiento del voto a San José después de que las plegarias a él paralizasen la epidemia del vómito prieto, más conocida como 'fiebre amarilla'. La obra representa el momento en que la población va a pedirle al santo que frene esta fiebre, por lo que todos los estamentos -clero, carmelitas, ayuntamiento, franciscanos, pueblo llano- aparecen arrodillados ante él.
San José ocupa el centro del cuadro, situado sobre una esfera que representa el cosmos. Esto crea una división entre el mundo celestial -donde se encuentran los querubines- y el terrenal, con el resto de personajes. Dos de los angelotes sostienen una vara de la que florece una azucena, en referencia a la profecía según la cual, el hombre cuya vara floreciese se casaría con la Virgen María. El pueblo, a su vez, sostiene una banda que reza en latín: 'Nuestra salud está en tus manos'.
Para entender este momento hay que remontarse al año 1766, cuando la Real Isla de León ve configurado su propio Ayuntamiento sin el apoyo de la Iglesia. Esto generó un conflicto entre la administración y un clero contrario a que la Villa contase con patrón propio e independiente de los de la capital -San Servando y San Germán-. Años años más tarde, en 1800, el brote de fiebre amarilla procedente de las Américas azotó a La Isla de León causando la muerte de entre 4000 y 5000 personas -más de la mitad de su población- y, en consecuencia, todos los ciudadanos se dirigieron hacia la Iglesia Mayor para suplicarle a San José que detuviese la epidemia. Ésta fue desde entonces desapareciendo según las piadosas crónicas y, fruto del hipotético milagro, el papa Pio VII reconoció el patronazgo de San José en 1802 con la condición de respetar como copatronos a San Servando y San Germán. El Ayuntamiento, por su parte, prometió al santo una función votiva cada 26 de Noviembre, fecha de los desposorios de José y María.
En nuestra ciudad tenemos una amplia colección de azulejos con la imagen de San José que dejan ver la arraigada relación entre San Fernando y su patrón. Ejemplo de ello son los de las calles Real 115 y Héroes de Simancas, que corona la portada de la antigua 'villa San José' sobre cuyos terrenos se está ejecutando, por cierto, la construcción del nuevo edificio de Hora del Real Observatorio de la Armada.
Por suerte conservamos también la pintura original de Riedmayer tras haber sobrevivido a la agitación de momentos históricos como el Asedio Napoleónico o a la Guerra Civil. De este autor solo conservamos tres cuadros en España: 'La Virgen del Refugio' en la Santa Cueva de Cádiz, 'Vista de Chiclana de la Frontera' -subastado recientemente en esta localidad- y el que nos ocupa, que aunque en buen estado, pide a gritos una mayor difusión.
Sirva además este ejemplo para tantas obras que ni siquiera cuentan con el privilegio de estar expuestas en la pared de ninguna estancia, sino que permanecen desde hace años en un almacén que no reúne las pautas apropiadas para su conservación. Una situación que, a tenor de las últimas noticias, se solventará en breve con el traslado del Museo a su nueva ubicación en el Castillo de San Romualdo. Confiemos en que en adelante gocen de decentes condiciones y, aunque no sea posible exponer toda la colección, que las más importantes ocupen un lugar digno y accesible al disfrute de todos.
David Cárdenas Recio