Las salas nobles del Palacio Consistorial
Manuel Correa regresa al edificio del Ayuntamiento, donde desarrolló labores de restauración durante el último cuarto del siglo XX.
Hace treinta años realizó su primera obra de envergadura en la Casa Consistorial. Ahora, escasos días atrás, ha vuelto para echar un último vistazo a este edificio, que en breve comenzará su proceso de restauración integral, pero que durante mucho tiempo estuvo al cuidado de sus manos para sanar grietas, reconstruir molduras, revocar paredes y otras labores de mantenimiento. Aunque como él mismo explica, su vinculación al Ayuntamiento comenzó décadas atrás.
"Mi madre y sus hermanas fueron de las primeras mujeres funcionarias que entraron allí a trabajar", recuerda. Se refiere a los años cuarenta, un momento en que el "gris naval" invadía los interiores del Consistorio. "¿Quién me iba a decir entonces que décadas más tarde invertiría tanto esfuerzo entre aquellos muros?", reflexiona. Tras hacer la carrera de Magisterio y cursar dibujo, modelado y pintura en Cádiz, se especializó, posteriormente, en decoración. A sus 24 años recibió el primer encargo, la recuperación de dos placas que aun existen en la escalera imperial y que conmemoran a los capitanes Fermín Galán y García Hernández, Hijos Predilecto y Adoptivo de la ciudad respectivamente, fusilados por sublevarse contra la monarquía de Alfonso XIII. "Aunque habían sido pintadas en época de Franco, aun era perceptible el relieve de las letras", explica Correa; "Cobré por ello 30.000 pesetas". Entre estas dos placas existe otra, más deteriorada, sobre la que "decían -no sé si será verdad- que cegaba una antigua puerta donde en principio estuvo la escalera de forja que aun se conserva en la azotea". Según explica Hurtado Egea en su libro Cosas, casas y plazas de la Isla de San Fernando, dicha escalera conectaba el primer espacio que ocupó la Biblioteca Lobo en el último tercio del siglo XIX y fueron realizadas en los talleres sevillanos de San Antonio.
Mayor fue su implicación con motivo de la visita de Juan de Borbón a San Fernando en 1987. "Tuvimos que reforzar la montera con cristales blindados, por expreso deseo de la Corona", recuerda, además de arreglar toda la escalera y hasta el salón de plenos, "en solo 40 días... mañana, tarde y noche". Los adornos a modo de cuadrados que rodeaban la sala y sobre los que lucían los retratos de los diferentes alcaldes fueron cubiertos con tela de damasco, sin embargo "no pudimos reponer los cuadros". Ahora, estos adornos, vuelven a ver la luz.
En el primer piso -según se observa desde Real, a la derecha- se encuentra el espacio que acogió de forma definitiva a la citada biblioteca. Al otro extremo permanecen, casi inalteradas, las salas de la Alcaldía, y las denominadas 'neomudéjar' e 'isabelina'. Esta última conecta con el salón de plenos, en el centro. La primera -con falso techo- sufrió un incendio que el propio Correa se encargó de subsanar. "No sé cómo no ardió el edificio entero". Para ello reutilizó las mismas maderas e hizo una réplica idéntica al techo original, el cual había permanecido oculto hasta ese momento.
Esta sala había desempeñado anteriormente otras funciones, cuando el despacho del alcalde se ubicaba aun en la contigua, denominada 'neomudéjar' por sus características decorativas. Dicho espacio, cuyos azulejos describe el entrevistado como "una auténtica maravilla", "aun presenta las hendiduras de los golpes de la silla al apoyarse contra la pared", declara. Al verse afectada también por el incendio, Correa fue el encargado de corregir desperfectos, reponer elementos decorativos y diseñar las puertas, que "fueron realizadas en cedro, ramín y caoba en los talleres de Domingo Patrón, en Camposoto". El hecho de que algunos tramos de pared parezcan más nuevos que otros se debe a que "nos indicaron que las reconstrucciones no debían igualarse con las partes originales".
Y continuando con las puertas, recuerda cómo "las de la Alcaldía eran dobles, para preservar la privacidad del regidor", o las 'falsas' que conectaban la sala isabelina con el salón de plenos, pues "era costumbre que los alcaldes accediesen directamente desde su despacho, sin subir por la escalera imperial".
Manolo Correa reconoce que, a pesar del tiempo, "el edificio se conserva mejor de lo que esperaba" y que aunque en su momento no se atrevió a recuperar los colores originales de muchas de las salas, espera que ahora, con la inminente restauración, salgan a la luz los tonos almagra que presupone deben ocultarse tras capas de repinte. Tiene fe en la recuperación completa del mobiliario perteneciente al edificio, al que considera "tan importante como la construcción en sí", y concluye con una crítica:
"El edificio nunca debió cerrarse. Tenía problemas, pero los principales llegaron por desidia, tras la clausura", aclara, convencido de que el Ayuntamiento es lo suficientemente grande como para haber alternado sus funciones con las labores de restauración y que "ha sufrido su mayor ruina durante todos estos años en desuso".