Y la magia de 'Ellos' no me falto
Es oler a chocolate, a plástico celofán, a muñeco recién estrenado o alguna colonia de las que uno utilizaba cuando era joven, mi mente y sentimientos se disparan en el tiempo y se vuelven infantes, llevándome a muchos años atrás, a la mañana de Reyes junto a mis padres.
Hoy, parece que todo debe de acabarse, todo lo que hace ser feliz y disfrutar aunque solo sea un instante parece que está mal visto en esta sociedad que nos está tocando vivir. Halloween es de Americanos, ver Sálvame es de catetos, Las Navidades es de Cristianos y por supuesto celebrar los Reyes Magos es consumismo. Pues yo me declaro seguidor de esos tres locos que cada cinco de Enero, ficción o realidad nos hacen a los humanos mirar a nuestros recuerdos, coger de nuevo la mano de nuestra madre e ir a ver la cabalgata de la ilusión.
Dice la leyenda que tres Magos llegados de Oriente, fueron a visitar al pequeño Jesús para dejarle sus presentes. Astrólogos, Magos, Reyes, quien sabe realmente lo que eran y si fue verdad, pero yo cada 5 de Enero veo en mi ciudad, San Fernando a “Mis Reyes Magos”.
Durante diecisiete años, fui el encargado de caracterizar a tres personajes de nuestra ciudad para que encarnaran a sus Majestades de Oriente.
Traté con almirantes, con comerciantes, directores de banco, futbolistas, presentadores de televisión y periodistas, en fin, si multiplicamos 17 por 3 cada año, fueron cincuenta y una personas a las que les cambie sus galones de cuartel por falsas perlas y brocados, sus chaquetas oscuras y cargadas de letras bancarias, por tisús y lamés de colores brillantes y coronas de falso metal. Caras pálidas por negros de centro África tan solo con un bote de tinte negro y barbas blancas que se fijaban a la cara con pegamento de postizos.
Desde pequeño siempre estuve muy unido a los Reyes Magos, siempre tuve una conexión con ellos. Mi padrino y tío. D. Francisco Jiménez Ponce (Pacoco) fue el culpable de esta devoción que siempre he sentido por Melchor, Gaspar y Baltasar. Él, como era una persona muy querida en nuestra ciudad debido a su forma de ser y de actuar con el prójimo, encarnó más de una Navidad a uno de los tres magos. Me acuerdo que un año, salí de paje formando parte de la Corte Real de mi Rey favorito, el negro. La carroza era preciosa, una escalera muy larga, o al menos me lo parecía a mí, jajaja, imagino que sería por mi corta edad, cuando uno es pequeño todo le parece más grande. Pues lo dicho, a mi me vistieron de paje, un traje precioso, de los que hoy ya no se hacen. Un turbante color marfil, para que destacase el maquillaje, que no era maquillaje claro, era una técnica algo rudimentaria que se utilizaba por entonces. Te emborrachaban la carita con cerveza y después con un tapón de corcho que se iba quemando, te frotaban la cara, formando un emplaste que ni de broma parecía el color de un africano. En la frente un gran broche de mi querida tía Ana, esposa del Rey Melchor hacía que yo luciera como si el mismo, Rey Salomón me hubiese prestado una gran joya de las que el poseía.
Me subieron en la carroza, y sobre una larga alfombra roja nos fueron poniendo a todos los pequeños. Me llevé toda la noche llamando a mi tío, pero él en ningún momento bajó la mirada hasta su ahijado, era un Señor muy formal y que como yo, creía en la magia de los Reyes Magos.
Fueron pasando los años, en el colegio pasa lo típico, “eso es mentira, los Reyes no existen, son los padres” en fin lo que pasa entre niños, que los más listos y mayores intentan quitarle la ilusión a los pequeños. Yo creo que era tonto, pues en ningún momento escuche eso que decían los mayores, bueno no se si no lo escuché o no quise escucharlo, a mí la verdad sea dicho no me crearon ningún trauma. Tuve mañanas de Reyes para todos los gustos, años que no se cabía en el salón de casa de regalos que había, otras que la falta de trabajo para mi padre hicieron que sus majestades trabajasen poco. Años cargados de carbón, otros de música de la que se llevaba por entonces, de guitarras que nunca toque, jajajaja, de ropas, de colonias, nunca tuve balones de fútbol porque no me gusta el deporte, muchos cuadernos de dibujo y pinturas pues me encanta el arte, de bicicletas con banderitas, de patinetes, de dinerito el año que hice la mili, pero el mejor regalo de Reyes, no fue nada material y no fue al despertar he ir al salón de casa, vamos ni me levante de ella pues no podía andar ya que estaba malito en el hospital.
Si amigos, la fecha que más me gusta que es las Navidades y en especial la tarde de la Cabalgata y la mañana del seis de enero, hace unos años la pase en el hospital Puerta del Mar en Cádiz.
Una enfermedad me dejo cinco largos meses en cama y sin muchas expectativas de seguir viviendo, disfrutando de la vida, ese regalo que el mismo Dios me hizo.
Pero yo y a mi manera disfrute de mi particular “Mañanita de Reyes”.
Eran como las cuatro de la tarde del cinco de enero, tarde de la ilusión, tarde de volver a ser como un niño y ver a tres espíritus mágicos, que subidos en Cabalgata de Ilusión, recorren las calles, envueltos en magia y fantasía.
Yo en la cama, fantasía poca e ilusión ninguna. Mi vida estaba sujeta a un hilo de esperanza únicamente y seguro que fueron ellos, mis recuerdos y mis seres queridos que ya no están en la tierra, los que hicieron que esa tarde llenase mis bolsillos nuevamente de caramelos, pintase mi redonda cara de tinte negro y me pusiese aquel vestido de paje para a los pies de una eterna escalera de terciopelo rojo fuesen los Reyes Magos de Oriente los que nuevamente dejasen bajo mi árbol de Navidad, Oro, Incienso y Mirra.
No sé cómo llamarlo, si medicina, ciencia, fantasía o quizás milagro, pero sí que puedo decirte que la mañana de Reyes, me desperté y ellos si habían estado conmigo esa noche de la ilusión. Me desperté la mañana de Reyes con la certeza que Melchor con su barba blanca, Gaspar con los cabellos del color del fuego y Baltasar mi rey favorito, me dejaron vida a los pies de la cama y ya hacen tres años de aquella historia. Salí del hospital, con más ganas que nunca de seguir viviendo y disfrutando de la vida y al año siguiente me sorprendieron nuevamente los Reyes con sus regalos y me dejaron para que me colgase de mi cuello, una medallita de plata con un relieve de la imagen de esos tres locos que cada año, enciende las lámparas de una noche de ilusión, que por muchas repúblicas, golpes de estados, guerras mundiales civiles y demás mamarrachos quieran quitarlos de nuestras vidas yo seguiré cada tarde del cinco de enero esperando verlos llegar a mi tierra.
Luis de Celis Sirviente