Una década de Sancti Petri
Acaban de cumplirse 10 años desde que el Tribunal Superior de la Junta de Andalucía resolviera el recurso interpuesto por el Ayuntamiento isleño contra la inclusión del islote en el PGOU de Chiclana.
Una decisión que resolvía definitivamente el enfrentamiento histórico entre ambas localidades desde el punto de vista legislativo pero habría otro aún más complejo de zanjar: el humano, protagonizado grupos minoritarios de San Fernando y Chiclana que utilizan este enclave patrimonial como fuente inagotable de disputas. "¿Qué más da en qué término municipal se encuentre?", se preguntaba hace diez años Fran Toledo, gerente de la empresa encargada de su gestión. La misma pregunta que se plantea ahora, después de cinco años gestionando el Castillo de Sancti Petri, un recurso patrimonial, medioambiental y económico "no sólo para estas dos ciudades, sino para toda la Bahía".
El problema del chovinismo
Según Toledo, la polémica de Sancti Petri ni siquiera debería existir porque, más allá de procedimientos legales, "el Castillo es tan cañaílla como chiclanero". Su posición geográfica y la tipología de fortificación lo vinculan claramente a La Isla, pero "si hacemos memoria, la playa de Camposoto perteneció hasta hace 25 años al Ejército de Tierra, y la relación que teníamos los isleños con el Castillo de Sancti Petri era a través de Chiclana de la Frontera". Población, esta última, que ha permitido el acercamiento al mítico islote, sobre todo desde que a mediados del siglo XX llegara a convertirse en el último bastión de la industria almadrabera nacida varios siglos antes en la Punta del Boquerón.
Otra de las causas que inducen a este enfrentamiento es la diferencia de ritmo de salidas al Castillo entre los puertos de San Fernando y Chiclana. Es inevitable que esto funcione así por cercanía, por razones económicas y, ante todo, "porque Gallineras es un club que no admite actividades lucrativas", lo cual quiere decir que las ofertas desde La Isla son limitadas, sujetas a la plaza de amarre municipal y al permiso de este colectivo. "Por supuesto, debemos fomentar el aprovechamiento isleño del Castillo, pero no a costa de enfrentarnos a nuestros vecinos, sino ofertando otro tipo de salidas, mas vinculadas con el Parque Natural, por ejemplo desde la Salina de la Calavera o la Punta del Boquerón”.
"Debemos sentirnos satisfechos de que los chiclaneros quieran al Castillo tanto como nosotros, y colaborar conjuntamente para su consolidación como recurso patrimonial y económico", afirma con rotundidad el gerente de Loggia, convencido de que el tiempo curará estas tendencias chovinistas si no lo logran antes las iniciativas que dicha entidad tiene proyectado poner en marcha a partir de la primavera, como por ejemplo las jornadas de convivencia para colectivos que tengan presencia en ambas ciudades.
Las mejores anécdotas
El primer recuerdo de Fran Toledo hacia el Castillo de Sancti Petri se remonta al año 2002, cuando acudió a fotografiarlo para su Proyecto Final de Máster en la Universidad de Alcalá, germen del proyecto Almenasur: Plan Integral de Fortificaciones Costeras de San Fernando. A día de hoy se siente orgulloso del mismo, no sólo porque inició el camino de la recuperación del Real Carenero y Baterías Defensivas del Puente Suazo o el propio Castillo de Sancti Petri, sino también porque le permitió formar parte del equipo redactor de los proyectos y de la asistencia técnica a la dirección de las obras que, en el caso concreto del Castillo Sancti Petri, concluyeron en el año 2011. Aquel verano, el castillo abrió por fin sus puertas como recurso turístico y fue un éxito, era la gran novedad. Durante los dos años siguientes -2012 y 2013- "fue muy difícil porque se notó mucho la crisis", recuerda Toledo, pero "en 2014 y 2015 hemos experimentado una gran mejoría que, esperemos, continúe creciendo".
En todo este tiempo, tanto él como Adrián e Isa, trabajadores de Loggia y "alma maters del castillo por su dedicación y profesionalidad" han coleccionado anécdotas para dar y regalar: días enteros allí sin poder zarpar debido a los temporales de viento de levante, lo mucho que cuesta a los visitantes hacerse a la idea que "están es un castillo en medio del mar, sin luz ni agua corriente, ni camión que venga a recogernos la basura", o la visita sorpresa de una monja de 89 años que llegó remando en kayak, "cosas que sorprenden, pero a la vez te llenan el alma porque entiendes el entusiasmo puesto en la actividad". Señala que si cualquiera de los tres participaran en el reality 'La Isla' ganarían, por la de veces que han tenido que solucionar problemas agudizando el ingenio ante la imposibilidad de salir a puerto.
Si algo saca en claro de esta experiencia es que todos -isleños, chiclaneros o de cualquier otra ciudad- disfrutan al máximo con la singular historia del islote desde sus orígenes fenicios hasta las contiendas bélicas allí vividas durante la Guerra de la Independencia o el asedio de los Cien Mil Hijos de San Luis. 3000 años de historia en poco más de un cuarto de hora que sirven como preámbulo a una visita guiada por las estancias del Castillo, por los grabados sobre revestimientos originales, firmas, relojes de sol, embarcaciones e incluso dos pozos que coinciden en número con los citados por el autor clásico Estrabón cuando se refirió al Templo de Hércules, y que según él manaban agua dulce, debido, posiblemente, a la porosidad de una piedra que actúa como filtro natural.