Los campanarios de la Iglesia Mayor: una perspectiva desconocida para los ciudadanos de San Fernando
El economista Alberto Rodríguez destaca la necesidad de recuperar estos espacios como atractivo turístico y cultural.
<<El edificio de la Iglesia Mayor es de una arquitectura sobria con ciertas reminiscencias coloniales. No tiene en sí un gran valor monumental pero sí sentimental dentro del espíritu isleño, y prácticamente se puede decir que hasta hace pocos años, sus airosas torres gemelas daban la bienvenida a todos los viajeros que se aproximaban a nuestra ciudad, recortándose claramente en el paisaje azul y blanco con los caños y los esteros de las salinas de la Bahía>>
Así se refería José María Cano Trigo a la Iglesia Mayor Parroquial, el templo principal de San Fernando desde su consagración en 1764, y muy especialmente a unas torres que todos identifican como seña y emblema de La Isla pero que muy pocos conocen por dentro. Este periódico, sin embargo, ha tenido acceso a la de la izquierda gracias a la amabilidad del padre Pedro Enrique García, y a la insistencia del economista experto en el sector turístico Alberto Rodríguez, quien a través del foro 'Islaturis', reivindica desde hace tiempo el aprovechamiento turístico de estos espacios y su disfrute por parte de los vecinos.
La experiencia traslada automáticamente a otro concepto espacio-temporal desde el momento en que se accede a la parte baja de la torre. Allí se custodian, entre otros aperos, el paso del Santísimo Sacramento en su procesionar por las calles isleñas cada festividad del Corpus Christi. Siguiendo el recorrido por una escalera de caracol anexa al muro, aparece vacía la primera de las estancias que según Rodríguez podrían aprovecharse, "bien como museo de arte sacro -un proyecto planteado durante el anterior mandato-, o bien como punto expositivo relacionado con Las Cortes, cubriendo sus paredes de paneles ilustrativos". Esta última idea parte de que en efecto es la Iglesia Mayor uno de los edificios integrados en la ruta constitucional del Diez.
Y lo mismo ocurre con el siguiente piso, que se asoma a los arcos peraltados tan llamativos desde el exterior. "Dos plantas distintas que con algo de inversión podrían destinarse a contenidos diferentes", reflexiona Rodríguez, aunque, eso sí, con el punto en común de constituir un reclamo cultural, atractivo para los ciudadanos y rentable de cara al turista potencial. Ambos presentan huellas de haber sufrido intervenciones para parchear su deterioro, pero ya sea por la calidad de los materiales, o quizá la falta de mantenimiento, muchos de los ladrillos se encuentran desprendidos y la cal de las paredes, repleta de parches. "La última obra de gran envergadura que se practicó a esta zona -recuerda el sacerdote- fue llevada a cabo por Cano Valero", cuyo padre, José María Cano Trigo, escribió el monográfico centrado en la trayectoria histórica de este templo.
En última instancia, el campanario. Homónimo a la torre de la Catedral -en este caso sí- visitable en Cádiz, desde donde pueden contemplarse casi todos los iconos arquitectónicos que despuntan en la ciudad. Al Norte, el hospital de San Carlos; al Este, marismas y caños; al Sur, la Iglesia Castrense de San Francisco; y en dirección al Oeste, el Ayuntamiento, enmarcado bajo los balcones del otro torreón, inaccesible por el deterioro tras muchos años en desuso.
Cada campana tiene su nombre, su fecha de fundición -o refundición- e, incluso, motivos religiosos artísticamente impresos en el metal: figuras antropomorfas, cruces, la Inmaculada Concepción. Por orden de antigüedad responden a los títulos de San Pablo (1787), San Pedro (1813), Nuestra Señora del Rosario (1830) y Santa Bárbara (1957). Sobre la cubierta de la nave principal -a dos aguas- varias linternas y, al fondo, una pequeña espadaña que se construyó antes incluso de que las torres principales estuviesen acabadas.
Desde el Laboratorio de Ideas Turísticas esperan que las autoridades lleguen a un acuerdo con el Obispado para invertir en este atractivo cultural de primer orden. "Los ciudadanos no son conscientes de lo que se están perdiendo, ni el magnífico recurso que esto supondría", sentencia Rodríguez.