El iceberg del Titanic
Dice Perez-Reverte, que tiene por costumbre regalar a sus amigos una de esas bolas de cristal con paisaje dentro que cuando las agitas se mueve la nieve. Siempre es la misma, y dentro está el Titanic. Es la forma de recordarles que por muy bien que vayan las cosas, o lo parezcan, siempre hay un iceberg cerca, al acecho, para hundirnos el barco. Moraleja, que debemos estar despiertos, no dormirnos, ni confundir estabilidad o bienestar con Disneyland, que la vida tienen sus momentos, buenos y malos, y debemos estar preparados. Y esto que parece palabrería, toma un realismo inesperado y demasiado cruel cuando suceden cosas trágicas, como los atentados de París. Que casi nos parecen de película, sobre todo cuando nos pilla lejos.
Hace cuatro viernes volvía con mi hijo –de casi once años- en el coche, veníamos de jugar un partido y oíamos la radio para conocer el resultado de España. Eran las once y media de la noche y el locutor hablaba ya de los sucesos ocurridos en la capital francesa. Vinimos todo el camino escuchando, asombrados de lo que había sucedido y contentos a la vez por el resultado del fútbol. Aunque la noticia impactaba no dejamos de estar alegres, a fin de cuentas no lo vivíamos en primera persona, no nos había ocurrido a nosotros, tampoco teníamos que aparentar nada. Pero cuando llegamos a casa y entramos sí tuve un momento para analizar lo sucedido y le comenté a Diego que parecía increíble, de ficción. Que en el siglo en que estamos hubiera podido suceder algo así, que un grupo de terroristas ataquen un país como Francia, es casi de película, no es algo que podamos entender a la ligera. Aunque tampoco podemos obviar que le mundo sufre guerras y ataques constantes, no estamos preparados para asumir que puedan llegar hasta nosotros. Eso solo pasa en otros países. Pero ha ocurrido aquí, otra vez.
Demasiado a menudo olvidamos el peligro, pensamos que vivimos al margen de los conflictos internacionales, pero nos equivocamos. Hoy viendo a un batallón de soldados entrenándose por las marismas frente al cuartel de Camposoto era fácil deducir que España también está en alerta, que el ejército está obligado a prepararse por lo que pueda ocurrir, que nuestro país también está amenazado por esos terroristas internacionales aunque no queramos verlo, aunque miremos para otro lado. Y que más nos valdría tomar conciencia y abrir bien los ojos. Quizás sea la mejor manera de evitar chocarnos con el iceberg, y hundirnos como el Titanic.
Pablo León