Miles de muertos en el Cementerio de los Soldados
«Hay en San Fernando, a orillas de la Bahía de Cádiz, muy cerca de la llamada Casería de Osio, un cementerio olvidado pero repleto de historias y de algún héroe anónimo»
Parecía la cabeza de un fémur humano pulido por el mar. Había perdido la superficie ósea y se apreciaba la filigrana esponjosa del interior. Lo encontré en la orilla de la bahía, detrás del Cementerio de los Soldados (…de San Carlos, de los franceses o de la Casería, que de tantas formas se nombra) Lo más probable es que perteneciera a un soldado o marinero español fallecido en el Hospital de San Carlos durante el siglo XIX. Es lo más probable.
Hay más de cinco mil setecientos muertos enterrados en ese camposanto de la Isla (5.782 exactamente). Fue un cementerio católico, y hoy apenas es un solar abandonado y rodeado parcialmente de muros ruinosos. No tiene cruces, es un camposanto sin lápidas y sin epitafios. Nadie lo visita cada primero de noviembre. Nadie limpia los nichos… porque los nichos se derrumbaron hace lustros. Nadie lleva flores ni llora a sus muertos, porque nadie recuerda a los difuntos que allí reposan. Los restos de todos ellos forman parte de una tierra que nutre la matalahúva que crece salvaje en el solar. No tiene puertas el Cementerio de los Soldados, y el calor lo abrasa, y los vientos lo barren, y la lluvia lo empapa…
No sabemos quién tuvo el dudoso honor de inaugurarlo. Podríamos suponer que fuera el primer prisionero francés que falleció el 20 de febrero de 1809 en el recién abierto Hospital de San Carlos (centro sanitario provisional que se habilitó expresamente para atender a los prisioneros franceses, y evitar así un desastre humanitario en las poblaciones de la Bahía de Cádiz). Este anónimo primer inquilino del cementerio pudo ser un marinero rendido con la escuadra del vicealmirante Rosily o algún soldado del general Dupont derrotado en Bailén. No lo sabemos. Lo que sí aseguramos es que fue uno de tantos franceses que padecieron el penoso encierro en los pontones-prisión anclados en mitad de la bahía gaditana.
Los dos primeros enterrados en el Cementerio de los Soldados, de los que tenemos conocimiento, murieron el primero de agosto de 1809 en el Hospital de San Carlos. Ambos, el sargento Jean Pinot, preso en el Cuartel de San Carlos, y el soldado Jean Brull, prisionero en el pontón Terrible, fueron atendidos de sus enfermedades en dicho hospital —condición indispensable para ser enterrado en su cementerio asociado—. Un total de trescientos trece franceses se inhumaron en él entre agosto de 1809 y febrero de 1810… y nada los recuerda. Ni una cruz, ni una lápida, ni un hito. Nada.
Y cuando en febrero de 1810, el mariscal Víctor puso sitio a las islas gaditanas, todos los prisioneros franceses, sanos o enfermos, fueron devueltos a los pontones. El Hospital de San Carlos se desalojó y se preparó para atender a los heridos españoles. Pero curiosamente, el primer muerto registrado no es un soldado, sino la hija de un empleado del hospital: Matea Callejas. Natural de Robledillo, huérfana de padre e hija de Manuela Cubillo, que se había casado en segundas nupcias con José Hernández Thomé, comisario de sala de dicho hospital. Matea falleció el 7 de abril de 1810.
Y después de Matea el Cementerio de los Soldados acogió, entre 1810 y 1911, a 5.468 españoles fallecidos. Y entre ellos a los más de novecientos muertos en la defensa de La Isla de León durante el asedio francés de 1810 a 1812. Estos, y muchos más, defendieron la independencia del reino «…cuando España era una isla». Todos ellos cayeron mientras a sus espaldas se gestaba la primera Constitución de nuestra historia. Y nada los recuerda en la vieja Isla de León. Ni siquiera un pequeño hito en el cementerio que los acogió rememora su sacrificio. Nada.
Reposan en la tierra del cementerio una veintena de franceses pertenecientes a los Cien Mil Hijos de San Luis; cinco hermanas de la Caridad; tres ahorcados y descuartizados; mujeres, niños, y también reposa Alberto Diz, un pobre mozo que trabajaba en la botica del hospital, y que cayó al pozo de la cocina el 1 de enero de 1857. Mal empezó el año para el pobre Alberto. Y hay enterrado un pobre chaval de catorce años, aprendiz de carpintero, que se cayó de las gradas del arsenal mientras trabajaba en la reparación de la fragata Princesa de Asturias. Así mismo están inhumados en nuestro cementerio más de quinientas víctimas de la epidemia de fiebre amarilla de 1819; y más de setecientos prisioneros carlistas que murieron de enfermedad entre 1837 y 1841. ¿Qué hacían esos prisioneros carlistas en la Isla de León? Sí, hay muchos muertos y muchas historias enterradas en el Cementerio de San Carlos… y nada los recuerda.
El último enterramiento del que tenemos constancia documental ocurrió el seis de septiembre de 1911. Ese día el capellán del Hospital de San Carlos, don Daniel Burgos, mandó «dar sepultura eclesiástica en el cementerio del establecimiento al cadáver de Manuel Teiro Muiños», un gallego de Sada que fue marinero de la dotación del Carlos V. El pobre había muerto el día anterior de fiebres tifoideas. Tenía 20 años y era soltero.
Y ojalá el pobre 'galleguiño' fuera el último enterrado en el viejo cementerio. Ojalá, porque si los muros hablaran conoceríamos la áspera voz de los fusilamientos, y tal vez pudiéramos poner nombre a los republicanos muertos, víctimas de una represión criminal que permanece impune. Hombres asesinados sin juicio y echados tal vez al osario común. Nunca sabremos con seguridad quienes fueron los últimos enterrados en este viejo cementerio… y nada los recuerda. Nada.
Este camposanto es un valioso patrimonio histórico y cultural de San Fernando. Está declarado Bien de Interés Cultural y Lugar de Memoria Histórica por la Junta de Andalucía, pero su ruina es un homenaje a la desidia general y un reto a la imaginación reconstructiva. Es un camposanto sin cruces, sin lápidas y sin epitafios. Más de treinta y una toneladas de huesos humanos reposan en ese solar, pero no hay nada, ni el menor hito, que los recuerde. Y todos esos muertos merecen respeto y nuestra memoria. ¿Seremos capaces de hacer lo necesario?
Si se documentas bien, sabra que ese cementerio esta vacio, los restos de los que alli descansaban fueron trasladado hace mucho... ¿A donde? Aqui deberia haber empezado su trabajo...
Que lastima de no recuperar este campo santo y restaurarlo!
Qué pena, como está ese cementerio, ese pedazo de nuestra historia olvidada por la ignorancia que nos calcome. Todas las mañanas cuando pasó por su lado y veo escombros, basura y ruina me pongo malo...
Magnífico trabajo.
Leyendo los comentarios de este artículo, veo que no hay nada en este cementerio porque los restos fueron trasladados a otro lugar. Mal por parte del periodista por no investigarlo. Y como no, el toque político sobre la represión criminal todavía impune. Cualquier mala película necesita que salga una mujer desnuda. Cualquier artículo y más este que ni siquiera es verdadero, necesita su toque de memoria histórica para parecer interesante. Y que conste que los asesinados de uno y otro bando me merecen todo mi respeto. Y por ese respeto, me disgusta que se aprovechen de ellos para inventar noticias sin un mínimo de investigación anterior para dar su opinión política.
Querido Andrés, resulta paradójico que, por un lado, asumas como irrevocable un comentario anónimo al final del artículo, y, por otro, te permitas la licencia de cuestionar las palabras de este investigador -no periodista- que lleva varios años inmerso en la historia del cementerio, invirtiendo tiempo, esfuerzo y dinero en documentos poco o nada accesibles, como puso de relieve este mismo periódico hace unas semanas:
https://www.elcastillodesanfernando.es/2015/09/miguel-angel-lopez-moreno-ultima-los-detalles-de-su-investigacion-sobre-el-cementerio-de-los-soldados/
Pese a que, como puedes comprobar, los datos que aporta este hombre no se vuelcan al azar, te recuerdo que 'Patrimonio La Isla' forma parte, junto a otras muchas secciones, del espacio de OPINIÓN del periódico. Lo cual quiere decir que sus colaboradores son completamente libres de manifestar su ideología.
Aún así es aconsejable informarse antes de hablar -no sólo los periodistas y los investigadores deben hacerlo-, pues en este caso, sabrías que el citado cementerio forma parte del "mapa de fosas de las víctimas de la Guerra Civil y la Posguerra en Andalucía". Capítulo tan cierto y real como sus orígenes vinculados a la Guerra de la Independencia y que, por más rancio, pepero, católico, apostólico y romano que uno sea, tiene que aceptar.
Gracias Miguel Ángel López Moreno por reivindicar el patrimonio más olvidado de la ciudad. 1.200 links en las redes es un logro poco común hoy día. ¡Bravo!
Buen trabajo, amigo. Al responsable municipal de turno le tocaría reclamar a la Junta, al menos el aseamiento del recinto. Y me cuesta trabajo encajar críticas gratuitas hacia la figura del investigador y su trabajo, cuando deberíamos animar con gratitud labores similares.