Regresó el hijo pródigo
Canta Joaquín Sabina aquello de “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”. No pensará lo mismo su tocayo apellidado Sánchez Rodríguez. Tras un verano de incesantes movimientos, el retorno de Joaquín al Real Betis cerró el círculo de una historia con próspero final.
Corría el verano de 2006 cuando el extremo portuense ponía rumbo a Mestalla para emprender nuevas aventuras futbolísticas. Los caminos de jugador y club se bifurcaban tras 9 años de relación en los que se cuentan ascensos, la consecución de la Copa del Rey y una histórica clasificación para Champions League.
Sin embargo, el billete de Joaquín no solo tenía el sello de ida. Por sensaciones, historia y la propia idiosincrasia del conjunto verdiblanco, unos y otros tenían claro que el destino del futbolista siempre estaría en Heliópolis, la duda estaba en el momento en que se produciría.
Y, nueve temporadas después, hubo fumata verdiblanca. La llegada de Eduardo Macià a la dirección deportiva bética y la presión mediática del jugador, que se rebelaba en las redes sociales manteniendo su voluntad de volver, hicieron posible el final feliz para una historia en la que futbolista y aficionados se alzaban como protagonistas.
No era un traspaso normal, era la vuelta de algo más que un futbolista. Ya lo había hecho un año antes Fernando Torres al Atlético de Madrid y, temporadas atrás, también se vio en el regreso de José Antonio Reyes al Sevilla. Hasta 19.000 personas se congregaron en un Benito Villamarín en el que confluían todas las generaciones: aquellos que, por sus cortas edades, nunca lo habían visto vestido con las rayas verdiblancas; los que lo dejaron siendo niños y ahora, de adultos, volverán a disfrutar con sus galopadas por la banda; y aquellos que,con los permanentes recuerdos de un equipo competitivo, sueñan con volver a triunfar en el fútbol español de la mano de uno de los suyos.
En esta ocasión, volver al mismo lugar otorgó una ración doble de felicidad. La segunda parte, en sensaciones, ya merece la condición de buena. Porque el beticismo volvió a recuperar una finta y un sprint que en casi una década no lograron encontrar nuevo dueño.