Una Isla Doceañista
Hace poco escuché a nuestra nueva alcaldesa, Patricia Cavada, decir que la Isla necesitaba una renovación visual, un cambio de imagen, una imagen propia; ya que se acerca una cita muy importante, el 250 aniversario de la autonomía de San Fernando como ciudad.Si miramos atrás, la Isla es una ciudad grandiosa, tanta gloria nos hacía ser “la capital” en palabras de marinos y gaditanos. Pero con el paso del tiempo, nuestra ciudad ha caído en la desdicha, una ciudad gris y apagada, donde brota la suciedad y los edificios derruidos. Una ciudad que siempre está en obras para no cambiar nada.
Si pusiésemos el ojo en casa ajena y mirásemos por ejemplo a Cádiz, tendríamos una visión muy distinta. En Cádiz, se homenajea “la Pepa” o Constitución de 1812, como un símbolo cultural de la ciudad muy importante. En la Isla, poseemos edificaciones notables donde ocurrieron hechos históricos como el Teatro de las Cortes, el Ayuntamiento, la Compañía de María o el Puente Zuazo; pero apenas le damos valor, se encuentran cerrados a cal y canto, sin posibilidad de visitar obras, textos... Sin una ruta turística, sin una reseña postal. La Isla parece que solo rememora la primera Constitución Española con unas placas de bronce en el suelo donde aparecen frases que evocan la libertad en un contexto actual de pocas luces.
La Isla debería de dejar a un lado las conmemoraciones a elementos recientes como Camarón de la Isla, ya que necesitamos de algo más y lo tenemos abandonado. Tenemos que darle su sitio a ciudad naviera que fuimos y que ya pocos aires nos llegan desde la Carraca. Una ciudad salinera donde el trabajo duro y el sudor en la frente de muchos isleños levantaron el lugar que ahora ensuciamos.
Nuestro patrimonio histórico está ahí, sobre nosotros o bajo nosotros, pero existe. No sé si habrá que desenterrar más cañones de nuestros barcos, si cortar de nuevo el Puente Zuazo a los invasores, o quizás, tengamos que sacar en procesión la tumba de los enamorados o los hornos púnicos, desenterrar a los ingleses y franceses de su cementerio en la Casería para que todos lo vean y entren en razón. Abrir puertas y ventanas de las Iglesias isleñas, de los conventos y las galerías subterráneas, como también releer los libros que se encontraban en la Casa Lazaga, reconquistar el Castillo de Sancti Petri y colocar nuestra bandera. La Isla existe, pero ya no la queremos, el pasado es a veces más bonito que el presente.