Nuestra casa Consistorial
Hace casi cuatro años que escribí este artículo, que hoy reproduzco, porque a pesar del tiempo transcurrido desde su publicación, todavía sigue vigente. Y viene a propósito ahora que vuelve a ser noticia su tantas veces prometida rehabilitación.
Y es que cuando se publicó el citado artículo ya se encontraba cerrado nuestro Ayuntamiento hacía siete años, que sumándole los cuatro que hace de aquel, totalizan 11 años -los mismos que permanece cerrado- lo que nos invita irremediablemente a pensar, el gran grado de deterioro actual, que debe tener su estado interior, independientemente del exterior.
El artículo en cuestión decía… Creo que detenerse a contemplar esa joya arquitectónica que tenemos por Ayuntamiento (el mayor de Andalucía y el tercero de España), constituye un placer y una satisfacción para el disfrute de propios y extraños y, cómo no, para los amantes del arte.
Por eso resulta muy preocupante observar su actual estado de conservación, especialmente en la parte más oculta de su interior -la que no se ve-. Y lo que no se ve o se ignora, parece que no existe, pero es una realidad cierta y tangible, como la vida misma.
Tal es el caso de dicha joya, que desde ¡casi siete años! permanece cerrada, pendiente de una rehabilitación que no llega. Y cuanta falta nos hizo, que tan singular y emblemático edificio, primera casa del municipio, -Nuestra Casa Consistorial- se erigiese en digno testigo y prestigioso escenario de algunos de los actos más significativos del pasado Bicentenario.
Qué orgullo para la ciudad y sus ciudadanos, haber dispuesto de su incomparable marco en dicha efeméride, para el recuerdo y la memoria de esta Isla nuestra, a veces tan especial y controvertida y otras, tan particular y comprometida, pero siempre tan distante como discutida.
Y así se nos fue esta excepcional oportunidad histórica. Y se nos fue para la posteridad, tal vez, por dos razones fundamentales entre otras: la falta de voluntad y de previsión; claro exponente de nuestra más peculiar y genuina idiosincrasia.
No sé exactamente los motivos de orden técnico, financiero, político y de cuantas cosas más, que impiden el comienzo de las obras. Lo que sí sé, es que el desalojo del edificio en mi opinión, fue algo prematuro y precipitado. Y si bien su evacuación era una necesidad vital para emprender la pretendida rehabilitación con inmediatez, ésta, a la vista de las circunstancias, ha perdido ya todo su argumento; pasando de una necesidad aparente, a convertirse en una necesidad apremiante.
Apremiante es el término, que encuentro más adecuado -por no citar otros-, para describir como tal la situación y poder evitar, si se puede, que los moradores actuales del edificio sean ahora, según me cuentan, las palomas y roedores, que juntos y con la complicidad del silencio ambiental unido a la indiferencia por contrarrestarlos, vienen dañando considerablemente su interior. Además del deterioro que se produce en todo inmueble cerrado durante tanto tiempo. Pero lo más sorprendente por increíble que parezca, es que nadie pone límite ni fin a esta lamentable, triste, grave y progresiva situación de deterioro. ¿De verdad os lo imagináis?
Y siguiendo con las objeciones, existen otros aspectos muy diferentes, pero no de menor calado e importancia que los descritos anteriormente y que afectan directamente al gasto público y por ende a los contribuyentes. Tales como la diferencia económica que se producirá por razones obvias entre el presupuesto inicial (creo recordar nueve millones de euros) y el último (¿?), cuando por fin haya vía libre de ejecución de las obras, si alguna vez las hay. O las cantidades dinerarias, que se necesitan para sufragar los alquileres de los inmuebles destinados al desarrollo de la actividad municipal. O lo invertido en las adquisiciones de otros locales. O lo gastado en obras de reformas y adaptaciones con idéntico fin. Todo ello, tratando de soslayarlo sin entrar en otras consideraciones, porque la realidad de lo que antecede, se supone que está presente en la mente de todos.
Y mientras tanto, el Ayuntamiento como ente público con obligación de ofrecer cobertura a la ciudadanía, se dispersa como si fueran -pequeñas casas consistoriales- distribuidas por distintos puntos de la localidad y, como consecuencias, también su personal y los ciudadanos que, con frecuencia, no saben siquiera a dónde acudir para resolver los asuntos relacionados con la administración local.
Razonablemente ante tanta evidencia. ¿No creen ustedes que ya es hora de cerrar definitivamente -esas casas- y refundirlas sin excepción alguna ¡en una sola! y bien estructurada, bajo una dinámica más eficaz y diligente con capacidad de servicios suficientes en beneficio de los ciudadanos, que en definitiva es de lo que se trata.
Pues como ciudadano amante de mi ciudad. Así lo manifiesto por si acaso se despiertan conciencias y surgen soluciones, consiguiendo que esa joya, símbolo de nuestra Isla, brille con luz propia, no sólo por fuera, sino principalmente -desde dentro- por lo que supone y representa. Y entonces, solamente entonces. Sí habrá merecido la pena esperar casi una década (en la fecha cuando se escribió este artículo). Hoy superado por más de un decenio. Es decir 11 largos años. Y finalmente pregunto de nuevo. ¿Veremos de una vez rehabilitado nuestro hermoso y espléndido Ayuntamiento?