Malas rachas
Siempre oímos hablar de las "malas rachas" en las relaciones de pareja. No entiendo el término, a pesar de haberlas experimentado, pues voy comprobando que lo único que hacemos asumiendo esos momentos como simples rachas pasajeras, es alargar una relación que nos mantendrá en vilo durante demasiado tiempo.
Así dicho puede parecer extremista, pero en realidad son estas épocas las que nos van haciendo perder el amor que un día nos unió a esa persona. Cada mal trago que pasamos, poniendo normalmente como excusa factores externos, es tan sólo un paso hacia el mundo de quienes llevamos de la mano. Allí será donde nos topemos con algo que desconocíamos de su ser, que no esperábamos o que, por el contrario, creíamos tener y acaba apareciendo como una nueva ilusión vacía.
Todas las relaciones pasan por esto; todos nos dejamos ver cada día algo más. Cada beso, cada abrazo, cada sueño nos hace relajarnos y sentir que el amor que nos une es tan grande que no tenemos que seguir ganando guerras para que se nos vea siempre valientes y fuertes. Empezamos a mostrarnos como somos; nuestros sentimientos más profundos y con ellos, también los miedos y dudas, los sueños que no compartimos y las fantasías que celosamente guardamos. Nos derrumbamos y caemos esperando que sea su aliento el que nos ayude a mantenernos en pie; damos, pero también deseamos tener. La convivencia, la rutina o la llama que se va apagando por creernos con el poder eterno del fuego... No, nunca habrá llama si olvidamos que ella depende de nosotros mismos.
Así, los que se dejan arrastrar por el conformismo miran a otro lado refugiándose en la famosa "teoría de las malas rachas"...; la del año, la de los tres, la de los cinco, y, finalmente, la certeza de que es mejor quedarnos con lo que tenemos "después de todo lo superado" en vez de dar un zapatazo que haga las maletas del corazón para poder dejar en libertad a dos almas que caminan encarceladas.
En contraposición, los que sienten que el amor del primer día continúa teniendo, a pesar de todo, la misma luz, se paran en seco y cambian la "mala racha" por un mal segundo, por un instante de luz negra que el Universo nos envía a través de sus hilos para que podamos demostrarle que estamos dispuestos a luchar por nuestros sueños, por nuestro Amor... Si tan sólo hace falta un segundo para equivocarnos, no es tan siquiera eso lo necesario para rectificar, para recuperarlo en cada minuto que dedicamos a escuchar al otro, a comprenderlo y ponernos en su lugar; a valorar, por encima de todo, si el hecho que nos está enfrentando merece más la pena que los besos que nos podríamos estar dando.
Pasan los meses e increíblemente con ellos los años; no puedo decir que ame ciegamente, pues puedo recocer en esta nueva alma todo lo que otros consideran defectos, todo lo que el mundo entiende como perfecto; sin embargo, yo sólo veo la única sonrisa capaz de rozarme el alma, los únicos ojos que han sabido hablar a mi corazón, la única persona de la que no me cuestiono lo que hace, por qué lo hace o qué espera de mí, tan sólo...lo qué es capaz de hacerme sentir.
El Amor verdadero no se compone de montañas rusas que suben y bajan, en él todo puede elevarnos a lo más alto sin tener que despegar los pies del suelo; no está lleno de doloras peleas encubiertas con falsas reconciliaciones, rencores y yagas que nunca sanarán; no se forja de reproches y lágrimas, sino de caricias y carcajadas; y lo mejor, es que no tiene yin para su yang, pues el único mal que posee, es el error de no saber aprovechar el regalo que nos brinda la vida al permitirnos experimentar...lo bello que es AMAR.