Publicado el: Mar, 14 Jul, 2015
Nuestro Patrimonio

El 'fantasma' del Observatorio

Primera versión.

Primera versión.

Una de las curiosidades más llamativas del edificio diseñado por el III Marqués de Ureña.

A estas alturas, nadie sería capaz de poner en entredicho la importancia histórica, científica, en definitiva, social, que el Real Observatorio de La Armada ha supuesto para el devenir de esta ciudad. Sólo hay que ojear las páginas de los trabajos de Francisco González, técnico de Archivo y Biblioteca en este organismo, sobre su trayectoria y colecciones; los ‘Fondos Humanísticos del Real Observatorio en San Fernando’, tesis doctoral de María Elena Martínez publicada en 2004 o los artículos científico-divulgativos que han nutrido las páginas de muchas revistas de prestigio, así como trabajos reconocidos a nivel nacional. Ejemplo de esto último es el programa museológico y de restauración acorde a los criterios metodológicos internacionales y de estudio de casos que otorgó a la también isleña Yolanda Muñoz el Accesit Honorífico en el I Premio Nacional de Investigación en Temas Marítimos ‘Rafael González Echegaray’, por la Universidad de Cantabria.

Pero si hay algo que realmente llama la atención a la gente no especializada en las citadas materias -bien sea en relación a éste u otros iconos-, eso son las curiosidades. Leyendas, secretos, misterios… exentos en ocasiones de rigor pero con gran atractivo a la hora de disfrutar los encantos de un edificio histórico. Es el caso del famoso ‘fantasma del Observatorio’ del cual tantos hablan pero muy pocos han visto, o son verdaderamente conscientes de qué o quién se trata. Y es que al acceder a la Biblioteca- un largo pasillo que atraviesa varias estancias repletas de libros en estanterías de madera- puede observarse, a mano izquierda, el retrato de uno de los muchos directores que el citado centro de investigación ha tenido a lo largo de su dilatada historia. Se trata del Contralmirante Francisco Fernández de la Puente Gómez, quien tuvo el honor de estar al frente de la institución entre los años 1955 y 1965.

Segunda versión.

Segunda versión.

Pues bien, quien observe su retrato de cerca, sin lámparas que difuminen su reflejo, verá a un caballero de escasos cuarenta años, poco cabello y muy oscuro. Al alejarse progresivamente del mismo y volviéndolo a observar tras uno de los varios puntos de luz que existen a lo largo del pasillo, se sorprenderá con el cambio en la fisonomía del retratado, que parece envejecer una quincena de años respecto a su anterior aspecto, con mucho más pelo y de color completamente blanco, tanto sobre la cabeza como en la barba. ¿Pero qué ha pasado?

Al parecer no es más que algún tipo de barniz, quizá un producto aplicado por el artista antes o después de la pintura, explica González, quien en su día se dio cuenta del sorprendente cambio experimentado por el Contralmirante, una transformación que “antes de cambiar las bombillas por otras de bajo consumo, era mucho más apreciable”. La voz se corrió y no son pocas las personas que al llegar a este punto de la ruta guiada por Cristina Pita, miran de manera inquieta a un lado y a otro, expectantes, y optando al final por preguntar a la historiadora dónde está ese cuadro del que todo el mundo habla. Los universitarios cuestionan el efecto óptico tiene la pintura, los adolescentes salen corriendo y “los más pequeños y revoltosos sabrán que si se portan mal el fantasma les dará un susto al final de la visita”, indica Pita.

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Mostrando 1 comentario
  1. Cristina Pita dice:

    Magnífico, como siempre. Es cierto q gente q viene por segunda o tercera vez (los hay aunque les parezca raro) igual no se acuerdan de la sismología, de la astrometría o de la los incunables, pero si lo vieron, sí se acuerdan del nombrado retrato....¡cosas de la memoria, cosas de la gente!☺

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