El Patrimonio material, artístico y cultural de las Hermandades y Cofradías
Si el Patrimonio documental -ya tratado- en esta sección cofrade de este periódico, es de vital importancia en el seno de las hermandades y cofradías. No lo será menor, el patrimonio material, artístico y cultural, que se pretende analizar hoy.
Tan importante y necesario es aquel como estos tres, si bien hay que matizar algunos aspectos que concurren en cada uno de ellos. Aspectos que los distinguen por separados, aunque sean piezas complementarias e inseparables del patrimonio general del conjunto de las propiedades, que poseen nuestras queridas corporaciones.
Los valores puestos de manifiestos en los tres patrimonios que hoy se analizan, son de carácter fungibles, están a la vista y pueden ser sustituidos ante cualquier emergencia de la índole que sea. Mientras el referido al patrimonio documental es perecedero y -si se pierde- ¡Se pierde toda su historia!.
No obstante medir estos valores en dinero reporta también otra diferencia notable, dado que la pérdida
del patrimonio documental, no se recupera mediante dinero masivo por mucho que éste sea. En cambio el patrimonio material, artístico y cultural, sí tiene recuperación a través del mismo en el caso de que surja la necesidad de reemplazar objetos, bien sea por su deterioro o por el hecho de sustituirlo para mejorarlo.
Estos patrimonios en la mayoría de los casos son auténticos valores y tesoros, que las hermandades se supone que deben conservar y salvaguardar, porque en ellos se cimenta el fundamento, el prestigio y la importancia de cada hermandad. Es decir: ‘Es lo que constituye su legado histórico’.
Otra causa que distingue a este patrimonio material, se centra en el espacio, que por la exigencia de su volumen y de la complejidad que presenta -necesita- para almacenar todos los enseres y objetos, que intervienen en una procesión, desde la Cruz de Guía hasta el Paso. Y para ello resulta evidente, que las hermandades, tengan que disponer o bien de un Almacén amplio o de una Casa de Hermandad o quizás de ambas cosas a la vez según la envergadura de dichos objetos y las posibilidades económicas de cada hermandad.
Y dentro de este patrimonio material hay que distinguir también tanto el que se refiere al vestuario: túnicas, faldones, caídas, etcéteras. Cómo el que se refiere a los elementos artísticos por cuanto significan los Pasos, atributos, insignias, bordados, joyas, etcéteras. Además de las imágenes secundarias, que si no están expuestas a la veneración pública, han de conservarse guardadas también en los citados locales. Mientras las imágenes titulares se encuentran en los Altares de sus respectivas sedes canónicas.
Por otra parte, el patrimonio cultural está dedicado a los actos socios culturales, tales como las exposiciones, conferencias, mesas redondas, coloquios, etcéteras. Así como los que inciden en el apostolado y a ejercer la caridad fraterna y evangelizadora. Todos los cuales, pueden ejecutarse desde dentro de la propia hermandad o desde el exterior en locales y centros según los casos, acordes con las exigencias de la acciones a desarrollar.
Pero como se observará por lo descrito hasta aquí (aunque habría mucho más que contar…) se podrá comprobar no obstante, la complejidad que presenta la guarda y custodia de estos patrimonios que no sólo -son las fuentes- de la riqueza patrimonial de una hermandad, sino que a su vez pertenece a la propiedad de todos sus hermanos.
Y son los miembros de las sucesivas juntas de gobierno los responsables absolutos de la guardia y custodia de todo su patrimonio, que se fundamenta principalmente en velar, cuidar, conservar y levantar un inventario constantemente actualizado con sus altas y sus bajas; datando también la situación y el emplazamiento ‘de cada bien’ para su perfecta localización a requerimiento de cuánto proceda. Y que quedará igualmente reflejado en el Libro de Actas de cada hermandad, que equivale salvando la distancia, al mismo libro del Evangelio. Es decir, el libro del Evangelio de la hermandad, o sea el libro de la Verdad.
Tal vez con esta descripción, se pretende poner en el conocimiento del lector no cofrade o desinformado, la interioridad, cierta, ardua, altruista y sacrificada, sin horarios, sin retribuciones, ni siquiera vacaciones, que el cofrade atiende sin límites ni condiciones en cualquier momento.
Situación ésta que el buen cofrade sabe soportar libre y voluntariamente con amor y absoluta dedicación. Solamente compensado por la importancia que tiene para él, la conservación del ‘patrimonio documental, material, artístico y cultural’, porque significa, mostrar con ello al pueblo, a los visitantes y a las generaciones venideras, la historia de su querida hermandad.
Y además de mostrar su historia, manifestar lo más importante todavía, la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, representadas como una Catequesis en los Pasos de cada Semana Santa. Y en honor a su fundamento, contribuir a otras tantas obras y misiones de asistencias sociales y humanitarias, que en su mayoría se realizan de manera, discretas, silenciosas, anónimas y calladas.