Los molinos de marea isleños, propuesta de BIC
El 29 de febrero de 2012 asistimos a un hecho de primer orden para el patrimonio isleño. Se producía la inscripción en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como BIC y sitio histórico del molino de mareas de Caño Herrera. Esta medida ha de ser aplaudida; no obstante, han de cuestionarse los motivos que han permitido hacerla posible. Junto al molino, también fueron declarados Bien de Interés Cultural una completa relación de elementos patrimoniales del entorno de la Bahía de Cádiz. El 15 de marzo de 2012 la Junta publicaba esta apresurada medida. Y digo apresurada porque la mayoría de los edificios declarados llevaban en pie desde el siglo XVIII sin que nadie hubiera recalado en la necesidad de protegerlos. Casualmente faltaban solo cuatro días para los fastos del “Doce”. ¿Qué lleva a la Junta de Andalucía a declarar BIC lugares que aún hoy pasan desapercibidos para el grueso de la población de la Bahía? No se trataba de reconocer la singularidad de infraestructuras del pasado. Lejos de esto, la motivación era contribuir a engrandecer el recuerdo de la resistencia gaditana frente a las tropas de Napoleón.
Ante tal hazaña es razonable preguntarse qué papel juega un molino de mareas en el transcurso del conflicto bélico. Al parecer, durante el enfrentamiento, las instalaciones del molino sirvieron de «fortificación y barrera». Sin menoscabar su papel defensivo; el molino fue mucho más que eso. Julio Molina Font nos recuerda que los molinos de marea, «presentes en nuestro entorno, fueron un elemento complejo de la cultura gaditana por su impronta social y por ser un exponente tecnológico de la época pre-industrial que vivió la Bahía de Cádiz». Esta declaración debe ser el auténtico motor en la declaración de BIC no solo de Caño Herrera, sino de todos los ubicados en la Bahía. En San Fernando aún se conservan tres de ellos: el ya citado -ubicado en Bahía Sur-, el de Zaporito -en la Ronda del Estero- y el de San José -aislado entre marismas-.
La puesta en valor de nuestros molinos de marea deriva de la propia necesidad de conservar una tipología de bien inmueble que forma parte de nuestro paisaje cultural. San Fernando es una población de vocación marinera y no puede mirar hacia otro lado cuando las piedras de sus molinos han dejado de rodar. Bien es cierto que al gaditano molino de Río Arillo no le ha servido de mucho su declaración de BIC; hoy día el edificio se desmorona como un castillo de naipes. Con este artículo, mi pretensión no es otra que mover la conciencia ciudadana ya que nuestro patrimonio es cosa nuestra. De qué sirve el patrimonio si nadie lo conoce, si a nadie le importa. Por ello, otorgándoles a los molinos la máxima figura de protección, se recalca su importancia histórica y se difunde por los medios culturales.
El molino de mareas no es algo único de nuestra comarca; los hay en distintas partes del mundo desde el Mediterráneo hasta Europa del Norte. Solo en la Europa atlántica existe en torno a un millar. Pero aunque ha sido considerado por muchos como un patrimonio menor; en el mar Cantábrico han sabido tratarlos con el respeto que se merecen, como parte de la Historia de la Tecnología. Esto ha sido abalado desde Europa por el proyecto Cultura 2000; en el 2005 se celebraba el Primer Encuentro Internacional de Molinos de Marea de Europa Occidental. Nuestros molinos tienen la peculiaridad de que son parte del equipamiento cultural del Parque Natural Bahía de Cádiz, con lo cual, aúnan patrimonio natural y cultural.
Por suerte, hoy día contamos con uno de ellos totalmente restaurado y en buena salud; el molino del Zaporito. Hoy día es visitable y su puesta en valor ha supuesto un avance no solo para el edificio como monumento, sino para la sociedad. Los habitantes de San Fernando pueden conocer el molino por dentro y por fuera. Con ello descubren lo que han sido y lo que pueden llegar a ser con la explotación turística de un edificio tan singular. Por otro lado, el molino de San José sufre el abandono en silencio y solo las avocetas y cigüeñuelas conocen el devenir histórico de un edificio que ya figuraba en los mapas del siglo XVII. Desde aquí hago una llamada al sentido común. Del mismo modo que todos los escudos heráldicos, castillos e incluso hórreos de nuestro país fueron declarados BIC de un modo general; ¿por qué no molinos de marea? Insisto, la declaración debe ser de todos y cada uno de ellos por lo que son y por lo que pueden llegar a ser. Así como la marea generaba energía para las moliendas, hoy día puede generar riqueza.
Interesante aportación del autor. Trabajos como este vienen a visibilizar esta parte de nuestro rico (aun) patrimonio cultural litoral y costero cada vez más abandonado. Felicidades
[…] Aléu, y los arquitectos José Suraña y Javier Gamundi de Celis, así como los historiadores Jonatan Alcina y David Cárdenas -encargado del ‘Peque Museo’ en el Museo Histórico Municipal-. El Ldo. en […]
Fue muy interesante lo que comento del turismo y la reflexion de que juntos se puede apoctar por patrimonio, pero si los politicos no escuchen malo