La Semana Santa en La Isla es cosa muy seria y de todos
Una vez finalizada la Semana Santa en La Isla y en esta ocasión por fin con buen tiempo. Se pudo observar con satisfacción que crece cada año.
Y son sus ciudadanos -lo cual es de agradecer- los que hacen posible este hecho colaborando mayoritariamente a su esplendor; participando devotamente en ella.
Asimismo ocurre con el colectivo cofrade. Colectivo éste tan numeroso como complejo. Y que hoy está formado en su inmensa mayoría por jóvenes promesas de ilusionados cofrades isleños, algunos muy buenos y deseosos de destacar en el proceso evolutivo de nuestra Semana Santa.
A unos, hay que informarlos objetivamente. Y a otros oírlos, apoyarlos y orientarlos. Pero en ningún caso, desestimarlos o confundirlos, sino animarlos y ayudarlos en su difícil tarea participativa para la que se necesita vocación y estar preparado.
Acceder al mundo cofrade es relativamente fácil. Llegar a él convenientemente preparado en la espiritualidad y en el compromiso: menos. Encontrar hoy personas formadas capaces de asumir responsabilidades serias y consecuentes: pocas. Escuchar o seguir a los críticos sensatos en sus calificaciones: algunos. Y a los descalificadores aunque respetándolos: ¡Cuidado! Que los hay y deben ser escuchados, para luego poder opinar. Ya Santo Tomás decía siglos atrás, qué hay que leer todos los libros -los prohibidos y los no prohibidos- y luego sacar sus conclusiones.
No obstante en esta parcela es donde la unión de sentimientos comunes debe ser esencialmente pieza clave y fundamental, que nos distingan como hermanos y cristianos en la práctica del amor, del entendimiento y la comprensión. Pero en ocasiones sucede justamente lo contrario. Basta mirar a nuestro alrededor o en otras localidades próximas para comprobar las desavenencias de las que nos llegan noticias, incluso de pleitos y tribunales.
A veces nos perdemos en situaciones innecesarias y sin sentido ante los ojos de nuestro hermano mayor del cielo, llevados por posiciones egocéntricas y discrepantes que no conducen a ninguna parte. Y menos aún, a la de crear un malestar infundado del cual sólo se obtienen, tensiones y contrasentidos, que no ha lugar en el seno de nuestras corporaciones, donde debe primar sobre todo, la paz, el espíritu de la humildad, el amor, la obediencia y la sencillez.
Y en general que sucedan situaciones como las referidas, no resulta bueno ni agradable. Y es preciso acabar pronto con ellas en el ámbito precisamente de un colectivo como este, que lleva como denominador común el honroso título de ‘hermandad’. Por eso, no podemos caer en la tentación de poner en entredichos nuestra credibilidad y seriedad, haciéndole un flaco favor de servicio a la Semana Santa de esta querida Ciudad nuestra, que goza ya de una fama y un prestigio, que ha transcendido manifiestamente afuera de nuestra localidad.
Y es precisamente al conjunto que integra este movimiento espiritual, religioso y cofrade, al que le compete su defensa y de manera muy especial a las hermandades y cofradías. Y a las asociaciones para-cofrades, que entre sí deben ser eso: ¡Hermandades! Porque todas sin excepción alguna actúan bajo el mismo objetivo.
Así como también tienen un único protagonista común, un solo hermano mayor: que no es otro que el propio -Jesucristo- y una sola Madre -María Santísima- que mediante sus distintas advocaciones, nos conexionan en perfecta comunión, siguiéndolos en el camino de la fe, de los evangelios y de sus ejemplos.
De ahí la importancia de la participación en los cultos sagrados, tanto internos como externos, con toda la solemnidad que se merecen. Y que los cofrades saben cómo cuidar y los ciudadanos de la Isla como entender, colaborar y participar en esta piadosa y devota religiosidad popular como lo han demostrado este año.
Así pues, utilizar a las hermandades y cofradías como medios encubiertos de escalar ciertos posicionamientos sociales, representatividad, protagonismo y otros fines apartados de la causa real, del ideal y de su fundamento, sería empobrecerlas y desvirtuarlas.
Pero si cada uno de nosotros -cofrades y ciudadanos- desde sus propias perspectivas, posiciones y responsabilidades, aunque con las diferencias lógicas y razonadas, coinciden y permanecen unidos en lo común y en lo esencial. Estaremos colaborando, sin duda, a construir y a enriquecer a nuestra Semana Santa y a prestigiar a nuestra Ciudad, que en definitiva es de lo que verdaderamente se trata.