Publicado el: Dom, 15 Mar, 2015
Opinión

Érase una vez un monstruo llamado 'Crisis'

Elena MartínezÉrase una vez un monstruo muy malo, muy malo que tenía aterrorizada a toda la gente a quienes continuamente imponía severos castigos, obligándolos a pagar fuertes impuestos y a pasar grandes penalidades, de manera que hacía a los ricos cada vez más ricos y a los pobres cada vez más pobres y la gente sufría mucho y ya no sabía qué hacer.

Si este fuera el comienzo de uno de los cuentos que hemos escuchado en nuestra niñez, ahora tendría lugar la aparición del príncipe bueno que libera al pueblo del monstruo malo y al final todos alegres son felices y comen perdices.

Pero lo cierto es que las grandes calamidades que estamos actualmente soportando, a saber:  una falta de trabajo verdaderamente inadmisible, impuestos y subida de precios asfixiante en productos de primera necesidad, recortes salariales y en las prestaciones sociales y educativas, desindustrialización, falta de apoyo a la investigación, total descuido del patrimonio histórico, artístico y natural,  y un larguísimo etcétera, lo debemos a un monstruo, o eso nos quieren hacer creer, llamado Crisis.

Desde que este monstruo apareció en 2007/8, la gente se queda sin trabajo, sin casa. El dinero público se le entrega a los bancos, ya previamente enriquecidos durante décadas. La gente es más pobre. Los jóvenes que ya habían logrado independizarse, vuelven a la casa de sus padres. Abuelos pensionistas malmantienen a sus hijos y a sus nietos. Otros en plena juventud y con una alta cualificación, ante la falta de oportunidades, embarcan en un avión low cost y se van a la otra parte del mundo, o se quedan con la ilusa esperanza de que el contrato basura que le han ofrecido en la temporada de Navidad, se convierta en algo mejor.

Crisis  además es un monstruo malvado que necesita una enorme y complicada administración que lo sostenga y que por supuesto debe ser pagada por el pueblo. Pero Crisis se porta bien con sus servidores y no repara en gastos para acontentarlos. Para ellos no hay castigos ni penalidades y pueden permitirse una vida llena de lujo y comodidades.

Crisis es un auténtico experto en la mentira, hasta el punto de hacernos creer que es él el culpable de todo nuestros males. Pero, apenas crecimos un poco, supimos que los monstruos, como las hadas o las brujas no existen.

No. La palabra crisis no es más que eso: una palabra. Por cierto, en este caso de origen griego que significa decisión que hay que tomar después de que algo se rompe. Verdaderamente nuestro sistema se ha roto y ahora hay que pensar qué hacer. Pero es de admirar con qué desparpajo en los medios los representantes de las administraciones que nos han gobernado durante las últimas décadas, explican todos los males de nuestros días pronunciando esta palabra como si no tuvieran nada que ver con ella.

Sin embargo la verdad es que ahora la gente lo está pasando mal porque durante años algunos, para enriquecerse obscenamente, jugaron al cruel juego de inflar los precios de las viviendas con la colaboración de los Bancos que concedían las hipotecas infladas para pagar precios inflados y además sacar buena tajada inflada.

Por otro lado el dinero público invertido en cualquier obra ya fuera carretera, ferrocarril, hospital o escuela, se veía multiplicado varias veces porque por el camino se perdía para llenar los bolsillos de quienes sin escrúpulos se lucraban a costa del dinero de todos. Se construía sin parar, pero entre todos teníamos que pagar el enorme  sobrecoste añadido. Es decir el dinero que nos habían ROBADO. Construir, edificar e inflar los precios, esa era la consigna. Por construir se construía hasta lo que no era necesario: pabellones y museos vacíos, autopistas y aeropuertos, sin coches ni aviones.  En cambio estos despilfarros sí servían para que los constructores pagarán comisiones por las concesiones y además se enriquecieran cobrando precios pactados del dinero público.

Y así de tanto robar, unos pocos se han enriquecido mientras la mayoría se ha empobrecido. Pero la palabra crisis es sólo una palabra y no tiene la capacidad de robar.

La palabra robar se oye mucho menos en boca de nuestros representantes. Sin embargo  el que roba es un ladrón. Se dice que este o aquel está imputado por malversación, o por apropiación indebida, pero al que roba se le debe llamar ladrón. Y ahora tenemos más ladrones por metro cuadrado de lo que sería deseable, sobre todo cuando el ladrón roba a los menos pudientes.

Por tanto robar durante tanto tiempo, por tanto despilfarrar durante tanto tiempo, por tanta insensatez durante tanto tiempo es por lo que estamos en crisis.

Los que roban son personas y se llaman ladrones, y los que conocían sus robos y lo ocultaban, aunque ellos mismos no hubieran robado, son sus cómplices. Y como entre todos son muchos y han podido robar mucho y durante mucho tiempo, la situación del país ha entrado en una crisis tan profunda que está causando un gran sufrimiento y ha empeorado la calidad de vida de todos menos de los ladrones que la causaron.

Que no nos hablen como a niños. La crisis no es la causa de nada, sólo el efecto. Los que han robado, han despilfarrado o han gestionado mal el dinero público, ellos y sólo ellos son los causantes de nuestros males. Ya es hora de que devuelvan todo lo que robaron  y vayan a la cárcel, para que la  democracia que hemos construidos entre todos con tanto esfuerzo, se oxigene, luzca y vuelva a coger fuerza. No podemos permitir que los ladrones o sus cómplices nos gobiernen, si no también seremos como ellos.

María Elena Martínez Rodríguez de Lema

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Mostrando 1 comentario
  1. angela m. correa forero dice:

    Como decía Camilo José Cela: la palabra perro no muerde. O como se dice por aquí:
    es puta o no es puta?

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