La Semana Santa, las Hermandades y su historia
Las Hermandades y Cofradías son sin duda las precursoras de la Semana Santa como uno de los objetivos que promueven -aunque no sea éste el único ni el principal- ya que por otra parte tienen una apasionante trayectoria a la que en ocasiones hay que recurrir a su historia, para conocer el curso de sus actividades durante su dilatada vida.
¡Sí, de su dilatada vida! O lo que es lo mismo de su historia, porque pocos colectivos e instituciones tienen la antigüedad en el tiempo y en la historia, que poseen estas queridas corporaciones si nos remontamos a cinco siglos pasados.
No obstante durante la Edad Media (siglos XII y XIII) ya existían movimientos o principios de iniciativas, promovidas por algunos laicos y clérigos de la época con el propósito, de crear estas corporaciones, para socorrer fundamentalmente a las clases sociales, que se agrupaban en función de sus gremios: baratilleros, chatarreros, panaderos, toleneros, etcétera.
Y estos argumentos unidos a la fuerza imperante que surgió más tarde por todo lo religioso a partir del Concilio de Trento, fueron las causas que motivaron mediante el culto a una Imagen con sede en una Iglesia, a qué aparecieran las primeras cofradías.
Fue en Sevilla en donde más proliferaron y se extendieron, cuyas funciones primarias se dedicaron incluso a enterrar a los muertos. Y sus primeras denominaciones fueron las de cofradías o hermandades de luces, de sangre, de caridad o de ánimas según la cobertura que proporcionaban, incluso existió una cofradía denominada de los negritos (inédita en otros sitios pero clásica en Sevilla que aún conserva su nombre). Y entre ellas, algunas se fusionaron, tomando el nombre de Archicofradías.
Sentadas estas bases, seguir hablando minuciosamente de su desarrollo y actividades posteriores hasta nuestros días se necesitaría un espacio, que no disponemos por razones obvias del medio. Pero sí al menos señalar una idea breve y general de lo más esencial y de algunas de sus consecuencias más significativas.
Y en este sentido se puede decir que tras los siglos medievales (XIV Y XV) no se crearon hermandades, aunque sí existía no obstante desde los siglos anteriores, el preludio, la idea o el sentimiento de lo que más tarde se consolidó en estas queridas corporaciones.
Fue en el siglo XVI con Jesucristo Crucificado -como pastor y guía- cuando aparecen las primeras cofradías de pasión o penitenciales documentadas y diferenciadas de las letíficas o de glorias, en las formas de recrear sus procesiones, escenificando la pasión, muerte y resurrección de Cristo en unas. Mientras que en las otras, se manifiestan el honor a su Gloria.
En el siglo XVII aparece el barroco y con él, el gusto por la belleza y la devoción nazarena, Y como no puede ser de otra manera aparece la figura de Cristo, esta vez, con la Cruz a cuestas -los nazarenos- que en este siglo llegan a ocupar la hegemonía como titulares de las cofradías y hermandades de la época.
Sin embargo el siglo XVIII fue continuista con respecto a las formulas anteriores. Pero posteriormente aparecen unos siglos tormentosos, convulsos y de crisis (también en esos siglos se producían) que repercutieron en las hermandades y en la Semana Santa del siglo XIX y siguientes fundamentalmente.
En el siglo XX aparecen no obstante y se desarrollan las denominadas cofradías románticas con pretensiones más culturales que espirituales. Y tras ellas los desastres de los años 30. Luego el parón de la guerra, que después y curiosamente se reactivo de manera masiva con la creación de muchas hermandades de penitencias durante la post guerra.
Precisamente aquí en La Isla tenemos buenos ejemplos de todas las que se fundaron a partir de los años 39 ó 40 tales como Afligidos, Medinaceli, Caridad y El Huerto. En los cincuenta: Perdón, Ecce-Homo y Misericordia. Y a más distancia: Cristo Rey, Gran Poder, Prendimiento, Rosario, Desamparado, Humildad y Paciencia y Tres Caídas de recientísima creación.
Por último tenemos las consecuencias de los concilios sobre la religiosidad popular preconizada por los Papas especialmente por Pablo VI, que fue su gran defensor y que llega hasta nuestros días. Sin embargo hoy nos encontramos en el siglo XXI sumidos en una gran crisis, que a diferencias de las anteriores además de económica, añade la ausencia de “valores” de “fe” y de “compromiso”. Y quizás de lo que es más importante: la falta del elemento humano disponible con capacidad suficiente y bien documentados en los conceptos de Iglesia, Religión y Cofradías.