La Calle Real en 16 capítulos; capítulo (y XVI)
…Sin entender además que estos daños se concretizan en los edificios próximos, sin omitir decir los que ya existen en el interior del Ayuntamiento durante más de ocho largos años cerrado. Las citadas palomas, perturban la tranquilidad en general del público sentado en las terrazas. Y también perjudican las cornisas y balcones de los edificios colindantes. Y sobre todo por razones de higiene, de salud y de enfermedad. Hay palomas enfermas, cojas, con viruela y además poseen un polvillo muy fino y protector sobre sus plumas, que cuando en masa rompen el vuelo, los dejan caer en el ambiente, siendo muy perjudicial para las vías respiratorias, afectando también a los ojos, a la vista y al contenido de las bebidas depositadas en los vasos prestas a ingerirlas. ¿Cómo los padres y mayores no se dan cuenta de estos perjudiciales?,antecedentes bien porque lo ignoran o porque no reparan envueltos solamente en la satisfacción de proporcionales un rato de diversión a los más pequeños, incentivándolos a que se les acerquen a darles de comer, sin tener presentes estas consideraciones y sus consecuencias. Por eso en algunas ciudades donde en los parques públicos hay palomas, además de controlar rigurosamente su higiene y su reproducción (cosa que en esta especie resulta muy prolífera) existen unos letreros prohibiendo echarles de comer bajo sanción de multa. Pues alertados y advertidos quedan y los responsables también, porque aunque sean especies protegidas, la protección de los humanos, se supone que debería de estar muy por encima de ésta o de cualquier otra circunstancia ¿No creen? Y lo peor es que las palomas están trasladándose a las cornisas de muchos edificios orillando debajo de sus aleros, la acumulación de las palominas o de sus excrementos, como tal es el caso del recorrido desde la esquina de la calle Rosario a la Mallorquina o en la acera pegada al Banco Santander por la calle General Serrano o las que también invaden la calle Rosario incluso rosando con sus vuelos las cabezas de los ciudadanos. Así como en otros tantos lugares sin poner un alto razonable a esta situación.
Finalmente aclarar que estas descripciones a lo largo de este extenso recorrido, no deben ser tomadas en ningún caso como una crítica descalificatoria ni destructiva, ni dirigida en concreto contra nadie (aunque evidentemente alguien o todos somos responsables de algo). Sino todo lo contrario, se mueve creo dentro de los parámetros que supone el amor y el cariño, que los ciudadanos sienten por sus ciudades y la tristeza y la impotencia que produce no poder subsanar estos defectos. Pero sí supone una llamada de atención, para corregirlos y en lo sucesivo, evitar errores y mostrar más atención a la hora de construir un patrimonio que nos pertenece (porque para hacerlo no basta echarles horas a la vida, sino más bien vida a las horas para luego disfrutarlas). Patrimonio que es de todos y todos sin excepción alguna y desde sus distintas posiciones debemos y tenemos la obligación de cuidar, mantener y colaborar, porque hay quienes creen equivocados o no, que aquello que no está dentro del interior de su hogar no es suyo ni le pertenece -sin entender- que lo público también lo es, tanto suyo como de los demás, razón más que suficiente para cuidar una propiedad colectiva de la cual todos sin excepción alguna somos dueños. Un patrimonio que debemos compartir y participar de él en sana convivencia, comprensión y armonía. ¡Ojalá que se tome conciencia, que así se entienda y que así sea!
Es cierto que gobernar es muy difícil y contentar a todos lo es mucho más. Pero no es menos cierto que no se puede mirar para otro lado e inhibirse de corregir defectos, atropellos y deterioros de los ataques que a veces se efectúan con la categoría de “vergonzosos” por no emplear un término más duro para aquellos ciudadanos que los realizan impune e inopinadamente ante la pasividad de una efectiva vigilancia o al menos la de alguna intimidación, que provoque la presencia aunque sean espontáneas de la policía, que en estos casos más bien y lamentablemente suele brillar por su ausencia o no reciben órdenes concretas de actuaciones lógicas y razonables en pos del bien común de la comunidad. Y si no véase por citar uno sólo de los ejemplos más sangrantes y relevantes que se vienen cometiendo en distintos puntos de la Ciudad y especialmente en los parques.
Y de manera muy particular en el Parque del Barrero. Allí lo han destrozado todo: pintadas, roturas en las máquinas instaladas para hacer ejercicios físicos, las luces rotas, se han llevado los cables de las conducciones eléctricas, las pintadas en el trazado de la proyección del meridiano de la hora hasta el Observatorio que tan significativa y originalmente se representa. Así como el de las plaquetas de las constelaciones que dichas proyecciones conllevan en su recorrido. Las roturas también de los servicios destinados a aseos: puertas, cristales, urinarios, lavabos, etcétera, etcétera y etcétera. ¡Un auténtico vandalismo! A este respecto y así tengo que decirlo.
Tuve la ocasión de mantener entre otros vecinos una reunión con nuestro Alcalde de turno convocada por él mismo. La convocatoria se refería a una consulta para debatir sobre el arreglo de la pequeña y recoleta placita conocida como la de “Los melones”. Dicha reunión me facilitó la oportunidad de exponerle la vigilancia del citado Parque (en aquella época lo recorría diariamente como parte del ejercicio físico que me había impuesto realizar y por tanto sabía de lo que hablaba). Pero la respuesta del Alcalde, fue tan contundente como extraña y sorprendente al menos para mí. Ante mi exposición y a la solicitud de vigilancia para evitar daños sucesivos en el citado Parque. Su respuesta se concretó en decirme muy seguro, que era menos costoso reponer los destrozos que pagar a un vigilante. Y esta penosa solución creo, fue su argumento. Tal vez tenga su razón, pero ¿opinen ustedes mismos? El Parque del Barrero, ha quedado muy bien y acertadamente bien diseñado en todos los aspectos, además de cumplir con sus funciones propias de ocio y divertimento como cualquier parque se precie. Pero éste nuestro además, tiene el valor añadido de pasar y haberse convertido de un terreno ocioso y baldío que fue, donde los niños jugaban en los tremendos charcos, que se hacían a modo de auténticas lagunas cuando llovía, a transformarse en el Parque del Barrero como hoy lo conocemos, cuyo nombre se tomó tal vez debido al barro que se obtenía de su subsuelo pantanoso, cómo también más tarde convertido en -Campo de la Constitución- que hoy es escenario de las renovaciones recreativas y constitucionales ante la atenta mirada vigilante de su Torre Alta al ladito justo del Observatorio como lo hiciera otrora para divisar a las tropas francesa que en 1810 nos asediaban.
Existe en el Edificio del Parque que divide la parte baja de la alta una placa a la Constitución de 1812 allí colocada por iniciativa de nuestro Ayuntamiento (Parque donde nuestra Guardia Salinera excelentemente organizada y celosamente entregada efectúa cada año llegado el día, sus recreaciones, rememorando aquellos acontecimientos constitucionales y defensivos donde también intervinieron soldados portugueses e ingleses). Y aquel espacio pasó de conocerse en la Ciudad como lo que fue ’un barrero’ y un lugar solitario y descampado o simplemente el sitio de Torre Alta a ‘Campo de la Constitución’. Sin embargo paradójicamente se me viene al pensamiento por asociación de idea al referirme a la Torre y haciendo un pobre pero sentido juego con las palabras decir: ¿Cómo la vigilancia de dicha Torre no pudo en aquella ocasión evitar el fallecimiento de nuestra jovencísima Clara García a manos de sus compañeras de estudios cuando todavía dicho lugar no se había convertido en el citado Parque tal como lo contemplamos ahora? Clara García tiene en él, una placa sobre un monolito de piedra y un monumento para perpetuar su triste memoria y para recordar también, que hechos como éstos nunca jamás se repitan. ¡Vigilancia! ¡Vigilancia!