La Calle Real en 16 capítulos; capítulo (IV)
…Y nuestros jóvenes advirtiendo su presencia, acudían cada noche para ofrecerles sus galanteos, sus canciones, su música y sus serenatas (luego fue residencia de Cabos y Centro Cultural y Recreativo “El Castillito”). El tranvía después de pasar por el Castillito, seguía para luego tomar la trasera entre el antiguo Hospital Naval de San Carlos y el también antiguo campo de fútbol de La Pista hasta un viejo Edificio que albergaba a varias familias de vecinos de aquella zona, girando en este preciso punto para buscar la Fábrica de San Carlos o de la Constructora (empresa modélica y ejemplar de feliz recuerdo por sus cualificados operarios tristemente desaparecida) e introducirse por la carretera conocida como la del Caño 18 o de La Cuarta, pasando por el extinto Polígono de Tiro donde se encuentra el singular Puente del Marqués de Ureña (seguramente poco conocido de gran parte de nuestra ciudadanía) y que todavía se conserva relativamente en buenas condiciones.
Y llegado a este punto debido a su cercanía, citar la travesía que une este lugar a la playa de la Casería en donde a su mitad aproximadamente tiene su emplazamiento el cementerio conocido como el de los ingleses, enterrados allí, parte de los que intervinieron en la guerra de la Independencia durante el asedio a nuestra Ciudad, cuya travesía en cuestión se permanece por cierto cerrada y tanto ésta como el citado cementerio se encuentran en un “lamentable estado de conservación”. Y siguiendo hasta llegar a La Carraca, lugar donde finaliza esta vieja carretera en el conocido sitio de los ‘Los Bombos de La Carraca” que consistía en una especie de embarcaciones unidas unas con otros, cuyas cubiertas a modo de suelos flotantes, salvaba la distancia sobre las aguas desde tierra.
Y volviendo a los tranvías con el paso del tiempo desaparecieron y La Compañía de Tranvías de Cádiz a San Fernando y a La Carraca los convirtieron primero en trolebuses, que seguían haciendo la ruta a Cádiz durante algún tiempo y también por el interior de San Fernando. Más tardes circularon autobuses hasta Cádiz, incluso de dos pisos. Y en el interior de la Ciudad circuló un autobús que los isleños le apodaron ‘el chulo’ (cosas de La Isla) porque en su recorrido desde la Estación de Ferrocarril hasta la Calle Real invadía de acera a acera las calles más céntricas y estrechas que atravesaba.
Tal era el caso que para girar por la calle Colón y poder tomar la calle Rosario, hubo que achaflanar la esquina de un Bar llamado Los Dardanelos muy conocido entonces por sus exquisitas tapas de “carne mechá” metida en aceite sobre una rodaja de tomate, que Jesús su dueño, ponía con su manifiesta destreza a pesar de tener un brazo más corto que el otro, siendo el más corto el que precisamente utilizaba para pinchar la carne hábilmente con un palillo, depositándola con maestría sobre el tomate (carne que jamás se caía). Bar que luego se le denominó el de “la esquina cortá” o el Bar de la Reverencia, porque los parroquianos al introducir la carne en la boca, inclinaba su cuerpo hacía adelante como si fuera en este caso, una apetitosa reverencia. Y así evitar mancharse del aceite que envolvía a tan suculenta tapa.
Después de esta larga, coloquial y creo que divertida exposición y volviendo a la Calle Real propiamente dicha. Debo continuar diciendo que ha sido y es todavía escenario y testigo de innumerables acontecimientos acaecido a lo largo de toda nuestra historia. Y al mismo tiempo, admitir que es el sitio o el lugar por excelencia de encuentros de muchas generaciones de buenos isleños. Y hace años se significaba por tener dos aceras en el tramo que va desde la Plaza de la Iglesia hasta la Alameda Moreno de Guerra. La de la derecha dirección hacía Cádiz muy amplia. Y la de la izquierda algo más estrecha y menos transitada por aquello de la etiqueta que recibía entonces al considerarla -la acera de los tramposos- de cuyo apelativo se adivinaba -el por qué- de su denominación en esos tiempos difíciles y llenos de dificultades. Pero muy felices en cierto modo para la juventud desenfadada de aquella época. Y siguiendo con las aceras y el dinamismo que proporcionaba andar por ellas.
Bastaría decir solamente que la de la derecha se convertía los domingos y festivos en el paseo de una juventud siempre alegre y bulliciosa que caracterizaba a la Ciudad. Paseo que consistía exclusivamente en dar vueltas tras vueltas como si se tratara de una gran noria gigante, que ocupaba el espacio comprendido entre las dos Confiterías o Pastelerías más conocidas no sólo de la Ciudad, sino también en otras localidades incluso a mucha distancia de la nuestra. Es decir, desde La Mallorquina en la Plaza de la Iglesia hasta La Victoria, que se encontraba en la misma esquina de la Alameda y vuelta a empezar. Y entre vueltas y vueltas muchos isleños, bastantes militares -fruto de aquella época dorada de la Ciudad- y los paisanos llegados de otros lugares cercanos, encontraron a su media naranja. Con lo cual cabe pensar, que seguramente algún lector de cierta edad se identificará con estos rutinarios, pero encontradizos y placenteros paseos.
Y si la recorremos a pie fijándonos detenidamente y recreándonos en ella a partir de la Plaza Font de Mora ya citada, observaremos que se inicia después de esta plaza donde se encuentra el monumento a los héroes de África conocido también popularmente por Teresa la Alta, que se colocó entre los años 1961 a 1962. Espacio de tiempo que se necesitó para preparar el traslado desde el Paseo del General Lobo (La Glorieta) en donde se encontraba el citado monumento, hasta situarlo en el lugar en el que hoy lo conocemos: justo delante del edificio en ruinas ahora, pero que albergó en su día como último inquilino a La Cruz Roja Local. En este edificio vivió el que fuera Ministro de Marina Adolfo Baturone Colombo. Y a la derecha del monumento en cuestión y delante del Ribat o Castillo de San Romualdo, que antiguamente se conocía como el “Logar de la Puente” nombre que por cierto ha tomado una coral isleña, que se distingue por sus excelentes voces (y del Castillo decir que nuestro paisano e historiador, Fernando Mosig Pérez, publicó un espléndido y documentado libro por encargo de la Academia de su mismo nombre).
En esa misma zona se construyó en el año 1929 la Escuela del Trabajo impulsada por el Comisario de Enseñanza Industrial de entonces, Pedro Font de Mora. Este magnífico edificio para la época fue tristemente derribado en 1983. Y la Plaza tomó su nombre definitivamente en honor del citado Comisario omitiéndose el de la Plaza del Castillo como se la conocía durante el primer decenio del siglo XX. Sin embargo dicha Plaza no se urbanizó hasta el discurrir de los años 40 instalándose en ella unos bancos de madera para el descanso y el recreo de los ciudadanos. Y siguiendo hacía arriba penetrando ya por la Calle Real y por la derecha, nos encontraremos el aparcamiento de la Capitanía General (edificio construido en 1917 de estilo neoclásico), sede del Capitán General del antiguo Departamento Marítimo de Cádiz, aunque físicamente, como sabemos los isleños, se encontraba no en Cádiz, sino precisamente en nuestra Isla y en esta Capitanía. El espacio que ocupó el citado aparcamiento fue el que dejó unas casas que derribaron colindantes con el edificio de La Cruz Roja ya citado para construir dicho aparcamiento.
Casas entre la que se encontraba la casa del conocido maestro y militar, Luís Espósito Rubio, donde tenía una Academia de enseñanza primaria (que posteriormente trasladó a la calle Almirante Cervera denominada San Luís Gonzaga) en la que también se dedicaba fuera del horario de la enseñanza primaria, a las preparaciones de adultos para el ingreso en las distintas actividades, que existían en aquellos tiempos. Así pues, el aparcamiento en cuestión quedó instalado ocupando todo el espacio que dejaron aquellas casas derribadas frente a la fachada y puerta lateral del edificio de la propia Capitanía con la calle Arias de Mirando de por medio. Edificio que tiene por la Calle Real su fachada principal y parte de los jardines de este recinto militar, que se extienden desde la misma Calle Real pegado al edificio, continuando por la calle Diego de Alvear, Cardenal Spínola y Escaño…Continuará…
[…] Capítulo IV: […]