Chiringuito y su llanto flamenco
Como un indigente flamenco presentaban a Chiringuito en Callejeros Viajeros, ese programa de CUATRO que retrataba la realidad de nuestras ciudades. Un pobrecito que vagaba por la Plaza Alta de Badajoz y que alardeaba de ser de La Isla, vacilaba de flamenco, de convivir con José, Camarón. Era un tipo de unos sesenta años, algo apesadumbrado, con un “mucho” de malas pulgas y que buscaba un oído que escuchase su singladura por la vida.
Era parroquiano habitual de la Cacharrería del Chupys, un sitio flamenco como pocos. Un lugar donde el flamenco se bebe en largos tragos de vino de Tierra de Barros, acompañado de un buen asado o de Bacalao al cacharrero, da igual, el caso es disfrutar de un buen cante en compañía de buena gente, que en Badajoz las hay.
José Núñez, que así se llama el bueno de Chiringuito, hablaba de los Monge, de la Venta, la de Vargas, del Chato, de La Perla, del Cojo Farina. Alardeaba de grandes fiestas flamencas en La Isla y los parroquianos de la Plaza Alta de Badajoz, lo escuchaban con la boca abierta, cuando decía que le había bailado a Caracol, que había bebido Botaina con él y que se había emborrachado de Flamenco hasta altas horas de la madrugada. Pero en el fondo, cuando Chiringuito lo contaba, no lo creían. Era demasiado bonito para ser cierto. Que aquella persona que divagaba por la plaza, fue amigo de los más grandes del flamenco. Ojalá fuese cierto.
En esta historia entra otro cañailla que hace su vida en Badajoz. Un gran oftalmólogo que presta sus servicios a los pacenses y que se llama Santiago Cerpa Manito. Cuando estamos fuera, es cuando más apreciamos nuestras raíces y el bueno de Santiago buscaba en la Plaza Alta de Badajoz, esos sones flamencos de su tierra, esos melismas que echaba de menos en su consulta y que en la Cacharrería del Chupys colmaba de sobra. La Caita, Alejandro Vega y El Peregrino son sus héroes flamencos, que día a día se encuentra en aquella plaza pacense y que hace las veces de su Isla.
Y un buen día se pone de acuerdo con los cacharreros, meten a todos en un autobús y deciden venirse a La Isla, venirse a la Venta de Vargas. Querían ilustrar la leyenda de Chiringuito, demostrarle a sus amigos que era cierto, que estuvo en la Venta, que era amigo de Camarón, que hay fotos del flamenco con los más grandes. Todo se demostró al entrar en la Venta y fundirse, el bueno de Chiringuito, con el camarero más longevo de la Venta, Rafalito, en un abrazo. La hipótesis había quedado demostrada, Chiringui estuvo en el meollo. Y para celebrarlo, fiesta por todo lo alto en el patio de la Venta. Que el flamenco beba manzanilla y pruebe de nuevo las tortillitas de su tierra, que escuche la guitarra y taconée en el suelo que ya taconeó. Qué es día grande para los flamencos de Badajoz, que están en la Venta más flamenca que se conoce y cuando La Caita y Alejandro cantan, todos callamos.
Pero la alegría terminó en tristeza, como casi siempre, cuando Chiringuito se enteró en las calles de La Isla, de una fatal noticia relacionada con su madre. Sus vidas se habían separado y en su Badajoz adoptiva, en su bohemia, Chiringuito se olvidó de su casta, de su sangre. Y cuando volvió a La Isla, la indiferencia se convirtió de golpe en verdad. Un palo de realidad le trajo la noticia de la muerte de su madre, un año antes. La alegría del reencuentro que traía desde tierras pacenses, se mutó en amargura y llanto.
Y ahora que será de Chiringuito con sus historias certificadas. Seguro que ahora ya lo creen. Que aquel que vagaba por la Plaza Alta de Badajoz, aquel que hacía un replante a la luna, aquel que chocaba los nudillos en las mesas de madera de la Cacharrería del Chupys, es quien dice que es. Chiringuito de La Isla.
Gracias Lolo por tan sentido recuerdo de aquel maravilloso día. Efectivamente fue así, aunque después fuimos a Jerez y conocimos a la hermana y algún familiar más del Chiringuito, con lo cual parte de la tristeza por la pérdida de su madre se conmutó en alegría por volver a ver a sus seres queridos.
Gracias y seguro y repetiremos