Voluntarios medioambientales anillando crías de Espátula

La espátula es una especie "símbolo" de la Bahía de Cádiz, y está entre las más emblemáticas de toda Europa. Casi extinta a mediados del siglo pasado, este ave sostiene su ciclo vital entre nuestro continente, concretamente en la zona de los Países Bajos y en la cercana reserva natural de Doñana, y el africano -Mauritania y Senegal- donde invernan antes de su regreso al norte para la cría.

En consecuencia, debe existir un lugar concreto para que se produzca ese "salto" entre dos continentes. Un punto que ha sido objeto de varias teorías desde que el fenómeno de las migraciones -apasionante ya en la antigüedad- comenzase a ser estudiado desde una perspectiva científica durante la centuria decimonónica, pero que nunca dio con el punto exacto en esta vía de vuelo del Atlántico Este. Sólo había conjeturas pese a ubicarnos a una zona estudiadísima por la ornitología a escala internacional. Quizá el hecho de que la Bahía gaditana se encuentre algo eclipsada entre dos referentes como son el Parque Natural de Doñana y el Estrecho de Gibraltar, ha provocado que la misma no comenzase a desperar de este letargo hasta que la administración andaluza reconoció oficialmente sus valores ecológicos y medioambientales.

Aquí es donde entra en juego el proyecto Limes Platalea. Una iniciativa de investigación, preservación y divulgación en torno a esta particular especie en la que, además de la Junta de Andalucía y Diputación, se encuentran involucrados cuatro municipios gaditanos: Conil, Chiclana, Vejer y San Fernando. El hecho de que casi todos ellos contengan además el apelativo "de la Frontera" es, además, la causa de que al proyecto se le bautizara de esa manera: "Limes" significa "límites", "fronteras", mientras "Platalea" es "ave" en latín.

Los orígenes del proyecto se remontan alrededor de una década en el tiempo. Concretamente es en verano de 2004 cuando comienzan a avistarse bandos aleatorios de esta especie en la playa de La Barrosa, lo cual levantó la sospecha entre los ornitólogos Francisco Hortas y Javier Ruiz -cabezas visibles del proyecto- que allí podría estar la clave de tal salto migratorio intercontinental. ¿Eran la Barrosa y Cabo de Roche los focos donde se producía este fenómeno? El primer paso, cuentan estos especialistas, fue recopilar toda la información disponible en tres fuentes fundamentales: la Consejería de Medio Ambiente, el Parque Natural de Doñana y la Fundación Migres. "Había que montar un proyecto que avalase esta hipótesis aun a riesgo de que resultase errónea, pero la posibilidad de dar con las claves de la última gran migración de este gran vertebrado europeo realmente lo merecía", confiesan Hortas y Ruiz.

Cría de Espátula esperando a sus progenitores

Estos esfuerzos comenzaron a materializarse con una serie de observaciones aleatorias en 2011. Las mismas seoficializarían un año más tarde con cincuenta voluntarios de la zona más otros veinte procedentes del Estrecho que unieron sus fuerzas para contar hasta 2500 horas de observación. No importaban las condiciones climáticas, sólo una corazonada. Dicha labor se repartiría entre tres puntos estratégicos: Torre del Puerco, Cabo Roche y Cabo Trafalgar para hacer, sólo un mes más tarde, la primera comunicación científica. La corazonada era real. "¿Cómo es posible que este fenómeno les fuera ajeno cada año a más de un millón de bañistas?", se preguntan aún hoy los especialistas en ornitología.

Ahora, al tercer año de trabajo, se han logrado numerosos avances. Se ha logrado contabilizar hasta el 94% de toda la población que atraviesa la vía de vuelo del Atlántico Este, por lo que, teniendo en cuenta el pequeño grupo que permanece en la Bahía, "podemos afirmar un control sobre el práctico 100% de la población".

Las migraciones constituyen el hito más arriesgado en la vida de una especie por el gasto energético que conllevan, en este caso, alrededor de 4000 km hasta las zonas de Mauritania o Senegal. Pese a que su naturaleza la capacita para hacer este tipo de saltos -no es un ave planeadora- hay algunos ejemplares que se ven incapaces de afrontar la travesía y vuelven a la Bahía de Cádiz, por lo que esta, se ha convertido en refugio para un grupo de espátulas que oscila el 6% y el 10% del total. Aquí se revitalizan, acumulan grasa y se alimentan a base de pequeños peces y crustáceos.

En Holanda, lugar del que proviene la mitad esta población, la espátula es toda una seña de identidad, "mientras, aquí, donde tenemos la oportunidad de observar desde la toalla un fenómeno de tal magnitud, en pleno auge de turismo veraniego, este nos pasa casi desapercibido", se lamentan los científicos ante la pasividad de una zona que puede considerarse aduanera para esta especie. Y es que verdaderamente es incomprensible que muchos municipios presuman de tener playas con certificado de calidad pero sean incapaces de aprovechar este fenómeno de cara a su promoción.

El papel de San Fernando, por ejemplo, es muy importante dada la zona marismeña en la que se circunscribe el municipio, pero hasta ahora no ha manifestado grandes visos de implicación en el proyecto. No hay información, no hay apenas promoción de este fenómeno en la cartelera turística estival, faltan paneles divulgativos en puntos clave donde debería haberlos desde hace tiempo. "Es incomprensible que se dé tanto protagonismo a los flamencos, los cuales, pese a su vistosidad están por todas partes, y no a este ave excepcional que podría revitalizar como símbolo natural a toda la Bahía", afirma Ruiz con rotundidad. De la misma forma, apunta Hortas, "es muy importante desarrollar una política de integración cultural y natural, en lugar de poner en valor los diferentes atractivos de manera aislada tal como se ha venido haciendo en la zona". A este respecto cabe destacar el papel colaborativo de Loggia -entidad encargada de gestionar las visitas al Castillo de Sancti Petri- como soporte histórico-artístico.

Nido de Espátula en pleno Parque Natural

Limes Platalea también contempla un subapartado denominado "Limes Marina" destinado a abarcar información colateral obtenida, fundamentalmente en Cabo Roche, donde se realizan secuencias de conteo de aves marinas "porque nos importa toda la zona, no sólo la especie", aseguran. También destaca por su utilidad la labor del anillamiento de crías o el coloramiento de algunas de sus plumas. Esto permite obtener información a posteriori, no sólo sobre la especie sino en torno al individuo concreto, e incluso el orden de salida y llegada de muchos de ellos.

En definitiva, un proyecto excepcional por sus valores naturales y científicos que busca, en primer lugar, establecer un modelo predictivo de migración controlando así la importancia del momento. En segundo lugar, saber cómo van las tendencias puesto que "las aves no siempre migran a los mejores sitios y, por ende, varían sustancialmente su ruta", afirman sus promotores. En tercer lugar, conocer cómo afectará a la espátula la transformación del paisaje y obtener la información necesaria para mitigar los posibles efectos negativos que ello conlleve. A este respecto cabe recordar la transformación de marismas y salinas tradicionales en salinas industriales o granjas de cultivo acuícola. "Somos conscientes de que no podemos frenar el desarrollo, pero sí poner nuestro grano de arena para compatibilizar éste con el respeto hacia nuestro ecosistema", indicen.

Por último recuerdan la necesidad de invertir más en divulgación. "La gente debe entender que es mejor verlo en persona, no que se lo cuenten, porque ni siquiera tienen que desplazarse a otro sitio, sino que están ya en el sitio", indican Hortas y Ruiz. Y es que, ¿cómo es posible que a San Fernando, con la gran tradición marismeña que guarda tras de sí, le sean tan ajenos estos temas? Sólo hay que echar un vistazo a la Bahía para formularse esta pregunta.