Publicado el: Mié, 23 Jul, 2014
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Mañana 24 de julio, hará un año de la tragedia del accidente ferroviario de Santiago de Compostela

1374693824_2-300x151Un tren Alvia descarrilaba en la curva “A Grandeira” perteneciente a la parroquia de Angrois, a las afueras de Santiago de Compostela. Exactamente a las 20.41 minutos de la tarde, causando un total de 79 muertos y más de un centenar de heridos.

Mañana jueves 24 de julio, se cumplirá un año desde el terrible pesar que marcó a San Fernando tras la pérdida de algunos de sus conciudadanos más queridos en el descarrilamiento del tren Alvia Madrid-Ferrol, a la altura de Santiago de Compostela, sin duda ha sido uno de los accidentes más graves en el sistema ferroviario español.

La pesadilla comenzó ese mismo día, cuando nos hicimos eco de la posibilidad de que varios vecinos de La Isla viajasen en dicho tren. Más tarde nuestras fuentes confirmaron que Ignacio Bustamante Morejón, funcionario del Ayuntamiento isleño y expresidente del Consejo de HH y CC, era una de las personas que permanecían a bordo junto a su mujer, Josefa Álvarez Oliveros, profesora del IES Sancti Petri, y varios amigos, en su mayoría docentes de diversos centros educativos de la ciudad.

Pronto se supo que tal grupo estaba formado por dos parejas más aparte de los ya citados. Antonio Reyes Asencio, también profesor del IES Sancti Petri, y su mujer, Rosa Quijano Fernández, interventora de una oficina del BBVA en San Fernando. Su hija, de 26 años, fue quien pudo salir del tren y dar parte a los familiares de lo ocurrido. La tercera pareja estaba formada por Francisco García Pereira y Esperanza Márquez, ambos profesores del CEIP Puente Zuazo ya en trámites de jubilación.

Dado el cariño y el respeto que ingentes cantidades de vecinos isleños profesaban hacia las familias afectadas por el siniestro, se organizó una primera concentración en la Plaza del Rey.

Un comunicado oficial dio a conocer al día siguiente, 26 de julio, que en total fueron cinco los fallecidos en el accidente a excepción de Josefa Álvarez, que tuvo que ser intervenida quirúrgicamente para dar pie a una lenta pero favorable recuperación. Fue entonces cuando La Isla se vistió de luto.

El regidor isleño viajó hasta Santiago para acompañar a las heridas y acelerar los trámites que posibilitasen de inmediato el traslado de los fallecidos a San Fernando, emitiendo poco después un comunicado donde mostraba sus condolencias por las víctimas y sus familiares, así como el deseo de una pronta recuperación para las dos supervivientes. Se decretaron tres días de luto y se suspendieron todos los actos previstos por el Ayuntamiento durante ese espacio de tiempo, incluidos el pleno municipal, el cine de verano y la preselección del Certamen Provincial de Música. La Virgen de Gracia y Esperanza se vistió de luto por el que fuera hermano mayor de la cofradía del Huerto, Ignacio Bustamante, mientras los compañeros de Francisco García y Esperanza Márquez mostraban su tristeza por lo ocurrido en una concentración frente al CEIP Puente Zuazo. Del mismo modo, la oficina del BBVA donde hasta entonces había trabajado Rosa Quijano comenzó a llenarse de velas y flores en memoria de la fallecida.

El día 26, informaba el Ayuntamiento que los funerales tendrían lugar al día siguiente en tres iglesias isleñas. El primero de ellos, el de Ignacio Bustamante, a las once de la mañana en el templo Divina Pastora, junto a su gran devoción: la Virgen de Gracia y Esperanza. Antonio Reyes y Rosa Quijano recibirían su último adiós en la Iglesia Mayor un par de horas después y cerró la jornada el descanso eterno iniciado por Francisco García y Esperanza Márquez en el Santo Cristo, a partir de las cinco de ese mismo día.

Fueron unos funerales multitudinarios en los que las familias contaron con gran apoyo por parte los amigos y vecinos de las víctimas, y donde, a pesar de todo, reinó el silencio. Aunque en principio estaba previsto que los actos discurrieran en la más estricta intimidad, finalmente se dio cabida a todos aquellos que quisieron mostrar su solidaridad con lo ocurrido, incluyendo al equipo municipal al completo con José Loaiza a la cabeza del mismo. Para entonces, Fátima Reyes, la hija de Antonio y Rosa ya había recibido el alta y pudo estar presente en el funeral de sus padres.

Pocos días después, el 1 de agosto, se llenó -literalmente- el auditorio del parque con motivo del acto simbólico organizado por el gobierno municipal en recuerdo de todos los fallecidos. Allí se dieron cita 1500 personas entre las que se incluían, por supuesto, las familias de las víctimas, así como un sinfín de representantes políticos: el alcalde de San Fernando y miembros de la Corporación Municipal, el que fuera presidente de la Junta y diputado,  Manuel Chaves,  los alcaldes de Sevilla y Chiclana,  Ernesto Marín y Juan Ignacio Zoido, varios parlamentarios andaluces y el subdelegado del Gobierno en Cádiz, Javier de Torre,  además de representantes de las Fuerzas Armadas.

La ceremonia, concelebrada por varios sacerdotes y diáconos, estuvo presidida por el obispo diocesano, Rafael Zornoza Boy, quien destacó la importancia de la fe para entender y superar la tragedia. “Ante el realismo de la muerte, surge inevitable la pregunta por la vida y  su sentido. Todas las preguntas humanas son legítimas, salen del corazón y de la  mente, pero las respuestas humanas resultan insatisfactorias y deficientes”, aseguraba Zornoza, advirtiendo que “si la creación es pensada como fruto del amor es impensable la idea de la extinción total de la vida personal”.

Concluía así una tragedia que a su vez marcó a una ciudad. Una ciudad que no obstante seguirá recordando a sus vecinos y, sobre todo, mirando al frente, porque como en su momento recordó el obispo, “no se puede malgastar el dolor tiendo como referente a tan excelentes personas, caracterizadas, todas ellas, por un quehacer diario lleno de proyectos y esperanzas”.

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