El Bicentenario que nunca fue
“Ya está atardeciendo, y aún no han sonado los truenos que nos avisan del día final. Todos estamos expectantes, han sido varias semanas esperando entre estas piedras a que llegue el momento.
El Sol continúa su camino hacia el ocaso, y parece que es lo único que tiene movimiento. Nosotros estamos agazapados, otros sobre el suelo en posturas inimaginables y el sargento está dentro del polvorín probablemente dormido sobre uno de los sacos ingleses de pólvora. Es en estos momentos cuando la moral flaquea que necesitas agarrarte a un sentimiento para poder seguir llamándote humano. A mi derecha ese sentimiento se resume en jugar a las cartas, y a mi izquierda han montado una especie de burdel con las voluntarias de otro batallón. Yo sin embargo solo puedo recordar porqué estoy en esta guerra, una guerra que no es mía sino de aquellos que quieren acumular más sin tener en cuenta a aquellos que vivimos al día.
Y de repente ¡boom!, suena el primer trueno, llega el momento. Mi cuerpo ya solo me permite coger el fusil y mirar, llega la hora…”
Este podría ser uno de los relatos con los que comenzase una visita turística diferente por “La Isla de las Cortes”, o podríamos estar viviendo una experiencia distinta de teatro, o los mismos sin darnos cuenta aparecemos en una serie, o es lo que estamos leyendo actualmente en el panel del museo. Ideas puede haber muchas.
Sin embargo el Bicentenario nos ha dejado una bofetada de realidad. Vemos como los grandes proyectos del gran evento están o paralizados o realmente no sirven para nada. Tenemos un puente que une dos orillas solitarias, casi ni los pescadores quedan. Un Real Carenero y sus baterías, que relucen mucho por fuera y casi parece que sean mágicos, ya saben, por aquello de nada por aquí y nada por allá. Un Centro de Interpretación al Parlamentarismo que solo se interpreta a sí mismo, puesto que es obvio que la mejor actuación posible era servir de sede a una aseguradora, pero oye que esta aseguradora hace cosas buenas. También podéis ir a visitar las baterías defensivas que no están ni arregladas, ni restauradas y casi ni señalizadas, pero no hace falta quejarse que seguro que os gusta el rollito de perderos por la naturaleza cuando os vais lejos, pues aquí es igual pero algo más barato. Por último algo bueno tiene todo esto, San Fernando será de las pocas ciudades que han expulsado a sus gobernantes del edificio del Ayuntamiento, que este edificio se caiga es otra cosa.
Después vienen a decir que harán edificios culturales, o renovación del Museo Municipal o el gran proyecto para el Museo de Camarón, que bueno ya que decimos algo del Museo de Camarón, no estaría nada mal que el Alcalde cogiera el teléfono y llamara a uno de los miembros de Patrimonio La Isla, más concretamente a este que escribe, y me diera las gracias por lo bien que les ha venido mi Proyecto Final de Carrera para tomar inspiración para algunas ideas.
A veces tenemos la sensación que los políticos tanto locales como autonómicos están reunidos en un despacho riéndose de los pobres isleños. Del mismo modo que los niños engañan a los animales dándoles comida y repentinamente quitándosela. Nosotros somos esos animales engañados...