Cultura, juventud y vocación por salvaguardar lo nuestro
“I Ciclo de Conferencias sobre Investigaciones recientes en Historia, Arqueología y Patrimonio”. Ése es el título que englobaba todas las ponencias que varios compañeros de la última edición del Máster en Patrimonio Histórico-Arqueológico acordamos reunir bajo un mismo paraguas, para poder, de esa forma, compartir con todos vosotros el resultado de unos trabajos en los que habíamos puesto toda nuestra pasión durante el año anterior.
No sólo patrimonio moderno, y no sólo de San Fernando se habló durante estas sesiones que tuvieron lugar en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Cádiz) durante los días 2, 7 y 23 de abril. El amplio y multidisciplinar repertorio incluía interesantes propuestas -unas más teóricas, otras eminentemente prácticas- sobre temas tan interesantes como incómoda era la franja horaria a la que tuvieron que adaptarse.
La sesión inaugural, de manos del arqueólogo Antonio Barrena, supuso un acercamiento a los grupos humanos del abrigo de Benzú hace 170.000 años a través de sus herramientas. Seguidamente habló la también arqueóloga y doctoranda Ana Reinoso sobre el concepto y la evolución de la arqueometría poniendo el énfasis en la aplicación de estas técnicas sobre la labor arqueológica. Continuó el estudio multidisciplinar y comparativo de Ángel Valaer respecto a la naturaleza de las capacidades cognitivas para la conducta y sus manifestaciones gráficas, en el contexto de las sociedades cazadoras recolectoras. Y concluyendo esta primera jornada, las interesantes perspectivas propuestas por Sergio Almisas, uno de los coordinadores de la iniciativa, sobre la proyección africana y mediterránea del neolítico magrebí.
Una segunda jornada, donde también la arqueología tuvo el papel predominante, fue la protagonizada por Adolfo Moreno, Mercedes Versaci, Mercedes de Caso, Soledad Gómez e Israel Santamaría. El primero realizó un análisis sobre la importancia en este campo de la antropología física y forense, así como su evolución y perspectivas de futuro. Versaci, por su parte, nos deleitó con una interesante aproximación al estudio de las figuras soliformes en el extremo sur de la Península Ibérica. Ella lo tituló “El Astro Rey”. Mercedes de Caso aportó interesantes reflexiones sobre uno de los mayores enigmas que siempre ha perseguido la arqueología: ¿dónde está Tartesos? Dicha línea fue continuada Soledad Gómez, en torno a la geografía sagrada de la costa suratlántica peninsular, es decir, los santuarios naturales al inicio de la colonización fenicia, tan interesante de cara a contextualizar, permítanme el inciso, una de las actividades culturales más exitosas de los últimos años en la Isla, las rutas en barco al Templo de Melqart -ahora Castillo de Sancti Petri-. La segunda jornada fue concluida por Israel Santamaría, otro de los coordinadores del ciclo, con sus investigaciones sobre la expansión y difusión del culto isíaco en el Imperio Romano. Y es que esta diosa, de origen egipcio como todos sabemos, fue adoptada -y adaptada- por la romanización imperante tal y como atestiguan sobradas fuentes documentales y arqueológicas. En Baelo Claudia (Tarifa), sin ir más lejos, podemos apreciar los cimientos de un templo consagrado a Isis, muy cerca del foro, junto a los de la Tríada Capitolina.
La última de las jornadas, el 23 de abril, fue la más relacionada con el Patrimonio, podríamos decir, moderno, pues tuvimos la oportunidad de acercarnos a la fundación oficial, en 1701 del último “pueblo de indios” en Cuba, de la mano de Lilyan Padrón, es decir, San Pablo de Jiguaní. A continuación tomó la palabra Carmen Millán, para aproximarnos, a todos los presentes, al empleo doméstico en Rota tras la implantación de la base naval hispano-americana (1956-1975). Un interesante estudio que puso el acento sobre el rol desempeñado por la mujer en el citado contexto social, político y laboral. Marta Álvarez Marián hizo un paréntesis en el discurso para explicar su proyecto de Difusión Patrimonial para el Centro Cultural de Cádiz “Reina Sofía”, uno entre los tantos edificios de nuestra provincia que se encuentran algo aprovechados pese a su potencial, en lo que a posibilidades turísticas y culturales respecta, y en los que, de contar con profesionales para nutrirse de nuevas ideas, podrían ver acrecentado enormemente su rendimiento.
La última ponencia de la jornada -y del ciclo- fue pronunciada por quien firma estas palabras. Se tituló “El Patrimonio Arquitectónico de San Fernando durante el Desarrollismo (1960-1975) y su reflejo en la prensa escrita”. La misma consistió, a grandes rasgos, en un breve análisis sobre los acontecimientos más relevantes que tuvieron lugar en relación al casco histórico de San Fernando durante la citada época, “desarrollo” para unos pocos, “desarrollismo” para la inmensa mayoría. Para ello tomamos como referencia destacados inmuebles en los ámbitos civil, religioso y militar, pero atendiendo especialmente a las fuentes hemerográficas del momento, no sólo por la importancia que confieren a estos hechos sino por contar con la ventaja de relatarlos en tiempo real. Y es que la prensa, dada su naturaleza de subjetividad por hacer de “perro guardián” cara a los poderes políticos del momento, o ajustarse más o menos a la ideología de aquel que se encarga de transmitir el mensaje, ha sido constantemente infravalorada por el mundo académico pese a contar con la ventaja de relatar los hechos a tiempo real. Puede que no sea la fuente más ortodoxa, pero si se trabaja con precisión y contrastándola con otras de carácter documental o bibliográfico es capaz de ofrecer, sin duda, interesantes testimonios que de otra forma serían pasados por alto.
La apertura a Europa, incluyendo la entrada de capital extranjero, el nacimiento del Turismo como fenómeno de masas o la especulación derivada del boom inmobiliario fueron algunas de las causas que propiciaron la transformación de muchas ciudades españolas durante la referida etapa. Y San Fernando no iba a ser menos en esa vieja aspiración de convertirse en una “ciudad moderna adaptada a las necesidades de los tiempos”, con infraestructuras que rompiesen el aspecto anodino de “esta ciudad alargada y blanca como un lebrel tendido al sol”. Así llegaron a transformarse -a desaparecer, en el peor de los casos- multitud de inmuebles que hasta entonces habían caracterizado el aspecto que durante siglos distinguió a San Fernando. Unas veces, por razones comerciales, otras para adaptar como vivienda colectiva una finca antes unitaria, otras para descongestionar el tráfico de la arteria principal de la ciudad, pero, sobre todo, lo que primaba en aquel momento era contar con solares céntricos para construir edificios de nueva planta, que sirvieran para dar solución al llamado “problema de la vivienda” y que vendrían a saldarse con multitud de promociones tanto públicas como provenientes del ámbito privado. La Casa Zimbrelo, frente al Consistorio, las capillas de la Asunción o de San Antonio, el popular “Colegio de los Moros” -antigua finca del riojano don Miguel Rodríguez de Carasa a tenor de los datos publicados por el historiador Fernando Mósig- o el casino conocido como “Círculo de San Fernando” –posterior sede de la Falange Española- son sólo algunos ejemplos de lo que venimos referenciando.
El vacío legal en materia de Patrimonio Histórico durante el franquismo facilitó esta praxis que, afortunadamente fue frenada a tiempo con la nueva legislación de principios de los ochenta. No obstante debemos recordar que aún hoy continúan dándose casos en nuestra ciudad de enclaves que -no entendemos cómo- desaparecen con el visto bueno de las autoridades competentes. A la cabeza se os vendrán casos como el de las vecinas “tienda chica” y freidor de San Francisco, desaparecidos para dar paso a un edificio cúbico en plena calle Real, que, paradójicamente cumplió todos los requisitos estipulados por la delegación correspondiente. También recordaréis el desaparecido “Callejón de los Palos” por un supuesto error de cálculo durante las obras de saneamiento. Inmuebles como el de la Cruz Roja -una de las opciones barajadas para acoger el Museo de Camarón- o el que ocupa gran parte de la manzana existente entre Almirante Faustino Ruiz y la Alameda, continúan en pie a la espera una más que necesaria puesta a punto llegando incluso a sufrir el derrumbe de sus cubiertas, todo un peligro para los viandantes.
Llegados a este punto no está de más recordar que nuestra ciudad no destaca -salvo excepcionales casos como el Consistorio o la Población de San Carlos- por contar con edificios monumentalmente extraordinarios, sino por lo singular y lo armónico de su conjunto, legado éste que debemos preservar de cara a las generaciones que nos sucedan, como foco turístico y cultural, testigo de nuestra historia y fuente de recursos. Se han oído voces poniendo de manifiesto la incompatibilidad natural de nuestra Isla con la actual Ley de Costas, la necesidad de crecer como ciudad a la vanguardia que somos, o pretendemos ser. Pues bien, desde Patrimonio La Isla consideramos que ese crecimiento no necesariamente debe darse desde una perspectiva espacial, no es mayor la ciudad que más menos cuadrados tiene, sino aquélla que aprovecha los recursos de qué dispone. ¿De qué nos sirve seguir construyendo nuevos edificios cada vez más cerca de la costa si muchas de nuestras fincas más típicas se encuentran sin uso y en un estado cada vez más ruinoso? ¿No podrían adaptarse estos inmuebles históricos a las necesidades y usos actuales sin ver perjudicados sus atributos singulares y artísticos?
Por eso y mucho más conviene prestar atención a estos trabajos. Iniciativas de gente joven, con cualificación, con ambición, con vocación exenta de oportunismo a la hora de salvaguardar nuestro Patrimonio, de conferirle una dimensión útil y acorde con los tiempos actuales y, al mismo tiempo, respetuosa con el legado heredado de nuestros antepasados.
Alejandro Díaz Pinto