La ruta del olvido
Bienvenidos a la mejor ruta turística que podemos disfrutar en San Fernando, una ruta en la que no encontrareis problemas con acumulación de personas, donde al entrar no os piden ningún carnet de asociación o partido político, bueno a lo mejor un buen seguro médico si acaso, una ruta en la que podrás dar rienda suelta a tu parte aventurera, a tu parte curiosa y esa parte que sabes que tienes y que tiene cierto miedo. La ruta eso sí conlleva unos riesgos que tendrás que aceptar de antemano, quizás te caiga una piedrecita en la cabeza, o algún hueco en el suelo sea demasiado grande y abierto, u oye quien sabe si otros turistas animales la han visitado antes ya.
Iremos primero al Castillo de San Romualdo que es el alumno aventajado de esta ruta, con sus reformas y sus rehabilitaciones llevan desde 2011 en obras, y mucho antes en estado vegetativo, le deberíamos llamar el Castillo del Comodín, puesto que una vez cada cuatro años alguien con carnet de socio político se acuerda de arreglarlo. Pasamos luego a la antigua Cruz Roja, con muchas posibilidades de reconversión en hotel, museo o centro hostelero, pero me parece que se está más por la labor de dejarse caer que de restaurarse aunque eso sí, notas de prensa todas las que queramos y ya el tema de restauración pues lo veremos en alguna reunión, pero con foto por favor.
Andamos ahora por el Puente Suazo, sí ya sé que hemos ido para adelante y para atrás pero ahora con el tranvía silencioso todo está a dos minutos, nuestro puente se encuentra a medio camino entre la reforma y la dejadez, que resistió una invasión francesa pero la invasión germana que ahora nos atañe lo está llevando a la amargura. De ahí al Real Carenero sólo hay un (par) de pasos y bueno, no es que puedas hacer mucho ahí salvo un par de fotos para tu facebook, eso sí con mucho filtro y algún selfie porque lo que viene siendo el contenido poco, y ya sabemos que el continente al final quiebra.
Nuestra siguiente parada está en el increíble Parque de la Historia y el Mar, ¿para qué estropear con peces y personas? si podemos ver un bonito skyline a lo neoyorquino, además no me negareis que el sitio no es envidiable, se encuentra en un lugar donde la industria rebosa de esplendor y con unas naves industriales preciosas en frente, algo vacías eso sí pero en alguna parte tendremos que lavar a la ballena cuando venga, ¿no?. Aprovechando ese regocijo industrial nos vamos a San Carlos, o lo que queda de él, o bueno a ese árbol grande que parece reírse un poco de nosotros cuando sopla el viento. Siguiendo la costa, nos encontramos primero con las torres de la Casería, que oye bonitas no son, pero tranquilas tienen que serlo bastante me parece a mí. Pero no nos paremos mucho aquí, que aún no hemos terminado y aunque esta ruta no tiene horario es mejor la luz del día para ver los boquetes. Así que nos detenemos en los polvorines de Punta Cantera, edificios únicos y singulares que todos dicen querer conservar y restaurar, pero tras el artículo del periódico vuelven la cara. Rápidamente pasamos por la calle Real, y nos entra pereza puesto que aquí la ruta se hace eterna, pues no nos dicen que cerraron el Ayuntamiento para unas reformas de urgencia y aún crecen las hierbas en los balcones, o nos cuentan de unas historias de BIC en San Francisco y no sé que de un tal Lazaga que hace tiempo que no ve vida en él.
Por último para acabar nuestra ruta os iba a proponer que nos pusiéramos esta venda en los ojos para no ver más ruinas, ni patios, ni otras historias e Historias que tiene San Fernando. Pero casi mejor que en vez de ponernos otra venda, nos quitemos la que tenemos o al menos le hagamos un agujerito pequeñito para ver la luz, no vaya a ser que mañana se nos caiga otra piedra y ni nos demos cuenta.
Espero que os haya gustado la ruta, estamos pensando ampliarla porque esta ciudad nunca para de sorprendernos. Son cien mil personas, pero que creen que son cinco mil y que la única prosperidad posible es hacer hoteles como en algunos pueblos vecinos, que a base de destrozar su patrimonio están obviamente a años luz de nosotros.
Carlos Alberto Delgado