Esta Banda no suena
“Esta Banda no suena”. ¿Quién no ha oído alguna vez esta odiosa frase? Sean sinceros… es posible que incluso alguno de ustedes la hayan pronunciado en alguna ocasión.
No crean que se refiere a ningún cariz de calidad o cualidad musical. Sólo y exclusivamente a la cantidad. Cómo no. Sigmund Freud en la Isla podría escribir una tesis.
Los factores pueden ser variados. Tratemos alguno de los más habituales.
El primero de ellos, el incierto conocimiento de música del que carece, evidentemente, el susodicho que pronuncia la frase. Ya saben, como ya comenté en algún artículo anterior, ahora todos saben de música… está en la calle; conocimientos sobrados sobre marchas, autores y hasta de instrumentos musicales.
El segundo, y no menos absurdo, el pensamiento extendido de que cualquier banda, en cualquier lugar, en cualquier calle y en cualquier cortejo, debe sonar “a reventar”… aquí en la Isla todo vale… mientras suene fuerte… lo demás no importa. Si la Banda “X” lleva trescientos cincuenta tambores, pues mejor… a freír espárragos la calidad… eso es para aburridos… ¿a quién le importa que algunas bandas destrocen las composiciones de insignes maestros, algunas de más de cien años de antigüedad y auténticas joyas de nuestra música religiosa? A nadie. Tiene que sonar como sea; y cuanto más fuerte, mejor.
Aquí cabrían un par de variantes. La primera la de las Hermandades, la segunda, la de los cargadores.
En el primer supuesto, cabe decir que ciertas hermandades no caen en la cuenta de que las bandas cada vez están más lejos de los pasos. Si la penitencia es extensa, la banda, por fuerza quedará relegada a varios metros de las andas. Y, en el caso de Bandas de Música, donde muchas de las composiciones que se interpretan son obras de corte serio y muy delicado, evidentemente se pierde el sonido, sobre todo en espacios abiertos. No es que la Banda sea débil… o mala… o los músicos sean unos flojos… no. A ver si espabilamos, por Dios. Y eso, por no citar el peor de los enemigos que tiene un músico en la calle que está inmerso en un cortejo procesional: la falta de respeto por parte del público. El nivel de bajunerío (perdón por el neologismo, pero no encontré vocablo que lo exprese mejor) es tal, que si la banda de música toca, es como si el de turno gritara: “al coqui”… exactamente lo mismo; es decir, les da exactamente igual. Sé que las comparaciones son odiosas… pero en este apartado hay que mirar irremediablemente a Sevilla. Allí, cuando pasa un cortejo, el silencio es casi total… es cuestión de saber estar, señores… Pero, cuando la Banda está interpretando una marcha, el silencio es abrumador. Es más, la gente te manda a callar si es que estás hablando. No se entiende allí otra cosa. Como debe de ser. RESPETO… palabra olvidada en esta ciudad.
La segunda vertiente, la de los cargadores; aquí habría que entrelazarla con el primer supuesto. Hay algunos que en vez de hacer penitencia van a demostrar que son superhombres (eso creen ellos) y otros llegan a presumir de que lleva “veinte años ahí debajo” y no sé qué más… pero sólo el día del cortejo, porque luego no es capaz de ir ni a la misa de una triste función de la Hermandad… se está mejor viendo la Champions League en casa ¿verdad?
¿No tienen bastante estos señores con la cantidad de kilos que les cae encima para, además, estar pendientes a qué marcha suena o cómo de fuerte suena? No. Para rezar algunos de ellos no tienen fuerzas. Pero sí para decir la frasecita… “esta banda no suena”. Hablar es fácil.
Otro factor a tener en cuenta sin duda, es el hecho de la supuesta “sabia” selección de los correspondientes “maestros de la música” a saber, los famosos diputados de banda. Las marchas elegidas no son siempre las correctas ni el sitio tampoco, querido amigo… Pero al músico para qué vamos a preguntarle, ¿verdad? Total, si están ahí para soplar, qué van a saber de eso… además, sólo el insigne cofrade de la Hermandad en cuestión está capacitado para ello. En fin.
Pues miren ustedes, para todo esto, yo propongo una solución. Y ésta sí que es fácil… una frase que resumiría todo lo comentado, como decía aquel: “¿POR QUÉ NO TE CALLAS?” y lo haría extensivo desde el público hasta el último de los hermanos de la Cofradía y pasando por las cuadrillas de cargadores.
Evidentemente no se puede generalizar. Obvio. Pero en la Isla hay un serio problema llamado EDUCACIÓN.
me parace un pedazo de articlu felicidades...