Sé que es difícil sentir como propia una tragedia ajena. Sé que cuesta involucrarse más allá de la compasión normal en una persona por un hecho que apenas nos afecta en nuestra vida diaria. Pero yo lo vivo así. Y lo siento por quien piense que es una exageración. A ti te duele que tu equipo de fútbol descienda, a mí esto. Cada uno ordena sus prioridades como mejor cree.

Siria lleva sangrando años y no parece que mejore. Lo que comenzó como una revolución con objetivos tan bellos como la libertad y la igualdad se está desvirtuando hasta convertirse en poco más que un “todos contra todos” tan salvaje que nos han llegado imágenes que no hemos querido ni emitir, nosotros que emitimos casi cualquier cosa. La fría crueldad que muestra el régimen, la rabia destructora de los radicales, todo. Siempre hay personas que no merecen ser llamadas humanas en ambos bandos. Este conflicto tiene pinta de que va a quedarse enquistado durante varios años más, de que esa guerra civil en la que están inmersos va a acabar convirtiéndose en una de esas cicatrices culturales que marcan para siempre a la población que las sufrió.

Y lo más triste es que no hay nada que se pueda hacer para remediarlo. Es algo que tendrá que ser solucionado con el tiempo y por ellos mismos. Cualquier intervención que se realice no hará sino empeorar las cosas. Por supuesto, las grandes potencias occidentales no se pueden quedar mirando. Tienen que meter la mano porque son incapaces de dejar que algo importante pase en el mundo sin que ellos lo controlen aunque sea en una mínima parte. Y desde luego, no para mejor. Ya se vuelven a escuchar esos rumores que meten en el saco de los malos a un gobierno al que antes se apoyaba: armas químicas prohibidas en cualquier guerra. Sí, pero no es un argumento muy diferente al de las famosas e inexistentes armas de destrucción masiva que justificaron toda la intervención y el encrudecimiento de la guerra de Irak. ¿Qué interés puede tener para ellos que gane el bando rebelde? Pues no lo sé, pero EEUU no se mete en guerras desinteresadamente para llevar la paz precisamente. A mí eso de que la paz se impone mediante la guerra no me ha convencido ni me convencerá nunca. Un país cuya industria armamentística es tan fuerte no puede desear la paz.

En fin, razones políticas y económicas aparte, me afecta muchísimo lo que allí está pasando. La impotencia que se te agarra a la garganta cuando ves esa sucesión de imágenes grises y sabes que no puedes hacer nada por nadie. Ni por pararlo ni por evitar que algo así vuelva a pasar. El odio genera más odio y la venganza más venganza. Y así hasta que ya no quede nadie más en pie. Nadie que pueda odiar y vengarse. Ya nos lo dijeron en un pasado: “Ojo por ojo y el mundo se quedará ciego.” Pero parece que el ser humano cuando aprende cómo enseñar olvida cómo aprender.