Es solo una casa
Desde nuestra televisión vemos cómo hay gente que es capaz de quitarse la vida por perder su casa y nos preguntamos cómo hemos podido llegar hasta ese punto. “Es solo una casa”. Pero es muy fácil pensar eso sentados en nuestro sofá, comiendo tranquilamente en nuestro salón, durmiendo plácidamente en nuestra cama. Sin ser capaces de apreciar la tranquilidad y la felicidad tan simples que pueden proporcionar cuatro paredes y un techo.
El drama que se esconde tras los datos numéricos sobre desahucios que nos ofrecen los bancos es de una magnitud difícil de imaginar. Vemos a políticos escandalizados por lo que ellos llaman “escraches” pero cuando hay semejante cantidad de gente en tal estado de desesperación, los gritos y el “acoso” que dicen sufrir por parte de organizaciones como la PAH es lo mínimo que cabría esperar que soporten. Estamos llegando a un clima de descontento social tan grande que van a echar de menos las concentraciones pacíficas del 15-M.
Están tensando una cuerda que no les conviene tensar. Jugando con la vida de centenares de miles de familias. Convencidos o presionados para rechazar una y otra vez propuestas tan razonables como la dación en pago. ¿Acaso es culpa mía que la casa que hipotequé hace cinco años se haya devaluado por culpa de la bajada del mercado inmobiliario? ¿Por qué, entonces, habría de darte la casa y, encima, pagarte además el dinero que compensa esa pérdida? Esa deuda, por si no fuera poco ya con haber perdido tu hogar, es un lastre muy pesado que impide que puedas empezar de cero. Has de empezar desde menos cinco mil quinientos. Y todo para que nuestros queridos bancos no pierdan ni un solo céntimo. En el fondo, esto no es tan diferente de robar con patente de corso.
Perder tu trabajo, no poder pagar la hipoteca, perder tu casa y seguir teniendo una enorme deuda. Esa es la realidad de montones de personas en nuestro país. Una realidad que los encargados de votar las leyes no quieren o ignoran ver. El ejemplo de democracia y de gobernar para el pueblo que están dando cada vez que rechazan o modifican las Iniciativas Legislativas Populares sobre este tema, apoyadas por la gran mayoría de la población, es como mínimo nefasto. Están llenando la sociedad de personas resentidas con el sistema, inconscientes del peligro que eso supone para ese mismo sistema que se afanan tanto en proteger. Pero, en lugar de dar su brazo a torcer, se dedican a “demonizar” a las organizaciones relacionadas con el problema, vinculándolas con ETA y barbaridades semejantes. Pero no despertarán hasta que una de las noticias de suicidio se convierta en una sobre masacre en la sucursal del banco. Ese sentimiento de “antes de matarme yo, me los llevo a todos por delante” tan típico cuando la impotencia te embarga. Juegan con la desesperación de la gente sin saber que, quien no tiene nada que perder, tiene todo por lo que luchar.