“Nadie nos podrá quitar la ilusión”, rezaba un tifo de Biris Norte durante el partido que el Sevilla FC jugó contra el Schalke 04 en semifinales de UEFA. El resto de la historia es sabida: Antonio Puerta marcó su famoso gol y a partir de ahí el pequeño, el tapado, el que estaba destinado a vivir a la sombra de los dos grandes, se dedicó gracias al empuje de esa afición a ganar varios títulos nacionales y europeos, llegando a arrebatarle al todopoderoso Barcelona la Supercopa de Europa y al fastuoso Real Madrid la Supercopa de España. Nunca se podrá evaluar de forma científica qué papel jugó exactamente la hinchada en el logro de esos éxitos, pero aún sin poder plasmarlo en números, a nadie se le escapa que su participación y movilización resultó fundamental.

Hago esta pequeña introducción porque no he podido evitar sentir cierta pena, decepción y frustración al ver los resultados del último barómetro electoral correspondiente al mes de agosto en el que se demuestra, por encima de subidas o bajadas de los partidos políticos existentes, que los ciudadanos han sido desposeídos -entre otras muchas cosas- de la ilusión.

Justo cuando los ciudadanos deberíamos estar más activos, más combatientes y más exigentes con esos políticos que nos mienten y roban a diario, resulta que según las cifras esgrimidas en esa encuesta nos hemos rendido y dados por vencidos hasta el punto de llegar a una abstención masiva del 48%. Jamás, en la historia de la democracia, hemos alcanzado ese nivel de abstención que significarían 6,6 millones de votantes menos que en las últimas elecciones generales. A esto habría que sumarle otra cifra record: un 8% de votos en blanco.

Quiero pensar (necesito pensarlo) que esto es debido al hastío que nos provoca todo lo relacionado con la política, pero que cuando llegue el momento de unas elecciones generales, autonómicas o municipales acudiremos en masa a votar batiendo todos los registros, ya que lo contrario equivaldría a darles carta blanca para que sigan haciendo de España su cortijo particular y de los ciudadanos, sus sirvientes. Afortunadamente existen ahora más alternativas y conforme vayan pasando los meses serán aún más los partidos surgidos de plataformas ciudadanas que apuestan por la participación activa de los ciudadanos en la vida política y que no nos toman como meros espectadores. Partidos que llevan la gestión, la honradez y el sentido común por bandera.

Esa, y no otra, será nuestra gran victoria. La victoria de los ciudadanos que se niegan a tirar la toalla, de los que no se rinden por mucho que desde los partidos estatales lleven años intentando precisamente eso. La victoria de la afición que marcará el gol que nos cambiará la vida.