Publicado el: Mié, 28 Nov, 2012
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El niño con fiebre

Uno de los motivos de consulta más frecuente en Pediatría, tanto en Atención Primaria como en los servicios de Urgencias, es la fiebre.

Es algo habitual, sobre todo en los meses de otoño-invierno, observar salas de espera de centros de salud e incluso de servicios de urgencias hospitalarios, saturadas de niños que consultan por una elevación de su temperatura normal, en la mayoría de las ocasiones de muy pocas horas de evolución.

Esta excesiva demanda está más en relación con la alarma y ansiedad que este signo provoca en los padres que con la propia gravedad del cuadro, ya que generalmente la fiebre suele estar originada por cuadros banales o de poca gravedad.

Exponemos a continuación, unas sencillas pautas de actuación ante un niño con fiebre, cuyo objetivo es informar sobre  qué cosas hay que hacer y cómo utilizar los servicios sanitarios de una forma más racional y eficiente.

¿Qué es la fiebre?

La fiebre consiste en la elevación de la temperatura normal del cuerpo: más de 38,5ºC si se mide en el recto o más de 38ºC si se mide en la axila. Se denomina febrícula a lo que popularmente conocemos como “décimas”, es decir, una temperatura entre 37 y 38ºC.

Como norma general, no es un signo de alarma ni de urgencia, salvo en ocasiones excepcionales. Si el niño presenta un buen estado general, no parece afectado, juega y está contento, se puede mantener una actitud vigilante, de tranquila observación, sin necesidad de correr a la consulta del pediatra, pues en la mayor parte de los casos, como ya hemos comentado, la fiebre está motivada por infecciones, generalmente víricas, leves y de escasa importancia, que cederán en pocos días y que únicamente necesitarán tratamiento sintomático.

En cambio, y como excepción a lo anterior, la fiebre en los recién nacidos y los lactantes menores de 3 meses puede representar un especial riesgo por la inmadurez del sistema inmunitario a estas edades. En estos casos se debe consultar con el pediatra lo antes posible, para poder llegar a un diagnóstico y comenzar un tratamiento en caso de que sea necesario.

¿Qué se puede hacer en casa?

-  Toma correcta de la temperatura. Aunque parezca mentira, es frecuente consultar por fiebre cuando ésta ni siquiera ha sido objetivada con termómetro y únicamente los padres o un familiar han notado al niño “calentito”.

Por tanto, no hay que decidir que un niño tiene fiebre poniéndole la mano sobre la frente. Hay que usar un termómetro.

-  Es aconsejable mantener una temperatura ambiental agradable (21-22ºC). No hay que abrigar en exceso al niño para favorecer la pérdida de calor por radiación y evaporación.

-  Ofrecer abundantes líquidos, siempre sin forzar y en pequeñas cantidades, ya que el niño con fiebre suda más.

-  No es necesario bajar la fiebre en todas las circunstancias, sólo si el niño está molesto. Esto ocurre, generalmente, a partir de 38-38,5ºC.

-  Utilizar las dosis de antitérmicos (paracetamol, ibuprofeno, etc.) recomendadas por el pediatra respetando los intervalos entre las mismas aunque la fiebre reaparezca antes.  Hay que recordar que estos fármacos ni acortan ni curan la enfermedad del niño, sólo le ayudan a sentirse mejor. Salvo casos especiales, no se recomienda la muy extendida costumbre de alternar dos antitérmicos, ya que se puede aumentar su toxicidad y no está demostrado que incremente su eficacia.

-  Se puede bañar al niño en agua templada (nunca fría), aunque se ha visto que la disminución de temperatura que se suele conseguir es de escasa cuantía.

- Puede ser de utilidad aplicar paños de agua tibia en la frente, tórax o extremidades, pero no se deben utilizar paños de alcohol o colonia, ya que pueden producir intoxicación etílica por inhalación o absorción a través de la piel.

¿Cuándo se debe acudir a un servicio de urgencias?

La consulta a un servicio de urgencias de atención primaria o incluso de un hospital se considera adecuada y justificada en los siguientes casos:

- Si el niño tiene menos de 3 meses de edad.

- Si el niño presenta mal estado general, se encuentra adormilado, decaído o, por el contrario, muy irritable (llorón, quejumbroso).

- Si ha tenido por primera vez una convulsión. En este caso estaríamos ante un caso de convulsión febril, cuadro clínico que trataremos en una próxima ocasión.

- Si se queja de dolor de cabeza intenso y vomita en varias ocasiones.

- Si el niño respira con dificultad.

- Cuando aparecen manchas rojas o violáceas en la piel que no desaparecen al presionar.

Otras cuestiones importantes

Existe la creencia general de que la fiebre es siempre perjudicial y que puede provocar lesiones importantes. Esto no es verdad. Cuando tenemos una infección, el organismo necesita producir más calor para que nuestras defensas luchen contra ella en mejores condiciones. Además, no necesariamente existe una relación directa entre fiebre alta y gravedad de una infección: hay simples catarros que cursan con fiebre alta y enfermedades graves en las que sólo aparece febrícula.

La fiebre no produce daños en el cerebro hasta que llega a 42ºC o más, lo cual es excepcional.

La toma de antibióticos no disminuirá la fiebre del niño y, como cualquier medicamento, pueden tener efectos adversos. Además, si se usan de forma indiscriminada, existe la posibilidad de crear resistencias, es decir, que muchas bacterias se hagan insensibles y resistentes al tratamiento antibiótico, cuando éste de verdad  haga falta. Por tanto, no se deben dar antibióticos si no han sido indicados por el pediatra.

El niño con fiebre no necesita estar en cama y, si la fiebre es moderada o su estado general es bueno, puede salir a la calle convenientemente abrigado o desabrigado según la época del año y evitando cambios bruscos de temperatura.

 

Sobre el autor

- Médico Especialista en MFYC. Médico especialista en Pediatría y en Medicina de Familia.

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