La memoria de la Isla a través la literatura
“Rubén, un joven reportero gráfico en paro, deambula con su cámara por Barcelona entre manifestaciones y calles grises en plena Transición. Tiene un encuentro fortuito con una anciana y, alertado por su extraño comportamiento, decide seguir sus pasos. Los acontecimientos que siguen a partir de ese encuentro le sumergen en la búsqueda de la mujer en un viaje iniciático por las calles de Jerez, San Fernando y Cádiz plagado de anécdotas y tropiezos. Marta, la huidiza anciana, decide narrar su historia grabándola en cintas y entregárselas anónimamente. Rubén descubre la azarosa huida de una mujer perseguida desde la Guerra Civil y sus sorprendentes consecuencias”.
Con esta sinopsis llegaba este verano a las librerías virtuales “Los años de la ballena”. Una novela en la que su autor, el escritor Antonio Díaz, cree plenamente por constituir el fruto de tantos meses de esfuerzo, dedicación e investigación histórica. He ahí el primer valor de esta obra, que tiene en el San Fernando de diversas épocas su principal escenario, concretamente los años de la guerra civil, cuando la protagonista femenina relata sus recuerdos a través de cintas de cassette, y, por otra parte, la época de la transición, el tiempo real del encuentro entre esta señora y el reportero gráfico. El resultado son dos enfoques minuciosamente trenzados y con múltiples paralelismos en lo que respecta al desarrollo de uno y otro, pero se diferencian claramente por el narrador omnisciente que relata las vivencias de Rubén, frente a la pura jerga isleña con la que Marta, la anciana, expresa sus vivencias.
Pero… ¿quién está detrás de esta novela que funde el género histórico con la temática social cañaílla? Antonio Díaz o “Antoñín”, como popularmente se le conoce, ha leído desde que tiene uso de razón, una característica obligada para todo aquél que se autodenomine escritor. Y como siempre hay una obra que marca el punto de inflexión, en este caso fue "Las mil noches de Hortensia Romero", del escritor Fernando Quiñones, la que lo marcó. “Siempre ha estado en mi mochila desde los 16 años”, recuerda el autor, quien tras toda una vida intensamente vinculada a la cultura, a las tertulias, a aquellas historias inconclusas que había ido perfeccionando desde su infancia, no se entregó de lleno a la creación literaria hasta hace una década escasa. Ante un problema de espalda que le obligó a aparcar su expresión artística de cabecera -la pintura-, comenzó a sorprender a los lectores con la calidad de sus creaciones. Poemas, relatos cortos publicados bajo el seudónimo “Alinando”, participaciones en compilaciones como “Klandestino”, “Amores” o “Frontales. Palabras pinceladas”. Todo ello fue allanando el terreno para una empresa que poco a poco se fue gestando con ilusión, “Los años de la ballena”.
El germen, plurales fuentes de inspiración. Las muchas historias sobre la Guerra Civil que su madre le relataba durante su infancia, por un lado. El testimonio de una descendiente de los Machado que, en un programa de radio, afirmó recordarse a sí misma, de pequeña, intentando llamar la atención de su ama de cría. Y si el mosaico de ideas que daría pie a la novela es heterogéneo, no lo es menos aquel que compone las razones de un título tan singular: según las ancianas a las que Díaz atendió durante un programa de inclusión social, las ballenas varadas en la orilla traían consigo el mal fario de mujeres a punto de dar a luz, y en homenaje a estas protagonistas reales de algunos de los sucesos que contextualizan la novela, ésta menciona un cetáceo en Camposoto poco antes del alzamiento nacional del 36. Del mismo modo, explica el escritor, el título homenajea también a Nieves Vázquez, autora de “El día de la ballena” y profesional de la literatura con la que Díaz reforzó sus conocimientos sobre la creación del relato.
Conocidos escenarios para cualquier isleño amante de su patrimonio histórico-artístico son visitados por los protagonistas de esta ficción cuidadosamente construida sobre cimientos reales: la Casa Lazaga, el Cine Almirante, la Plaza de la Iglesia o la Población Naval de San Carlos -cuyo archivo ardió, sospechosamente, en el 76- son algunos de los emblemáticos enclaves que aparecen citados en la novela. Una novela que de momento no cuenta con versión física, pero que puede descargarse online por el simbólico precio de un café: Cultura, historia, talento, ilusión. Son los ingredientes fundamentales de una obra en la que Antonio Díaz confía tanto, tanto, que merece ser leída por todos.
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